La Habana, Cuba. – En el 2021 la Unesco publicó el informe “La ciencia. La carrera contra el reloj para un desarrollo más inteligente”, les presento un resumen de los aspectos más importantes del mismo. Debo señalar que el documento peca, en mi criterio de una visión muy primermundista, no aborda las causas de las cifras que proporciona, por lo que igualan en sus análisis a Senegal con Japón, sin ahondar en que no solo los elementos científicos y tecnológicos definen el desarrollo, la cultura, las tradiciones también son importantes. ¿La Industria 4.0 en una sociedad altamente tecnologizada, avejentada y sin reemplazo poblacional como la de Japón, se puede medir con la de Camerún, que está en las antípodas?

Se abordan desarrollos de las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones sin considerar los problemas que traen aparejadas, enajenación creciente de los jóvenes al “vivir” más en las redes sociales digitales que en las redes sociales naturales, los ataques crecientes a la privacidad de las personas, el cibercrimen y un gran etcétera. Soy del criterio de que la tecnología y la ciencia per se, no son una panacea universal, si no vienen acompañadas de un modelo en el que el hombre esté en el centro, estas lo sirvan a él y no a la inversa. De todas formas, considero que es importante leer el documento que está muy bien editado y trae gráficas y tablas con datos de mucho valor.

Ya antes de dar paso al resumen del informe quiero decir que las veces que se menciona al país se hace de una manera sesgada en mi criterio personal, pero bueno, eso no es raro, ya termino mi parte.

El mundo está inmerso en una carrera contra el reloj para decidir los modelos de desarrollo de aquí a 2030, que es la fecha límite para alcanzar los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas. De más está decir que no se alcanzarán. Desde 2015, la mayoría de los países ajustaron sus políticas nacionales en función de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible y están inmersos en una transición gradual hacia economías “verdes”. Los gobiernos refuerzan asimismo el apoyo político a sistemas de producción y consumo más inteligentes. A pesar del creciente impacto del cambio climático, el apoyo de los gobiernos y las empresas a la necesaria transición energética es insuficiente: más del 80% de la producción mundial de energía seguía basada en el carbón, el petróleo y el gas en 2018.

Paralelamente a la transición ecológica, los gobiernos digitalizan los servicios públicos, con el fin de mejorar la prestación de servicios, apoyar a las empresas, combatir la corrupción y la evasión fiscal. Las políticas fomentan la aparición de una economía digital, que favorezca, entre otras cosas, la fabricación inteligente, las finanzas inteligentes, los servicios sanitarios inteligentes y la agricultura inteligente, todo eso impulsado por las tecnologías digitales, como la inteligencia artificial, la robótica, la inteligencia de datos, Internet de las cosas y la tecnología de cadenas de bloques, que convergen con la nanotecnología, la biotecnología y las ciencias cognitivas para formar la base de la cuarta revolución industrial, conocida como Industria 4.0.

En los Estados Unidos existe un amplio consenso del gobierno sobre la necesidad de que el país se adapte a un entorno internacional cada vez más competitivo. Eso llevó al gobierno federal a priorizar plataformas estratégicas fundamentales en materia de tecnología digital desde 2016. Esa estrategia impulsa ámbitos como la inteligencia artificial, la computación cuántica, la tecnología avanzada de redes móviles y la ciberseguridad. Los tres objetivos del plan estratégico para la industria publicado en 2018 son la transición a las nuevas tecnologías de fabricación, la formación de la mano de obra en el sector industrial y la ampliación de las capacidades de la cadena de suministro de la fabricación nacional. Esas nuevas tecnologías incluyen las mencionadas anteriormente, así como la robótica industrial, la impresión 3D, la electrónica híbrida y los semiconductores, la fotónica, los textiles avanzados, la biomanufactura y la agroalimentación.

La política industrial renovada de la Unión Europea (2021) apoya el desarrollo de tecnologías de importancia estratégica para el futuro industrial del continente. Dichas tecnologías incluyen robótica, microelectrónica, infraestructuras de la computación de alto rendimiento y el almacenamiento en la nube, la tecnología de cadenas de bloques, las tecnologías cuánticas, la fotónica, la biotecnología industrial, la biomedicina, la nanotecnología, los productos farmacéuticos y los materiales avanzados.

Industria 4.0: una prioridad común.

Las tecnologías digitales se consideran fundamentales para la futura competitividad económica. Con respecto a las tecnologías transversales, el sector de la inteligencia artificial y la robótica dominaron la producción científica en 2018-2019 en todos los países, con independencia de su nivel de renta. Numerosos países han creado mecanismos institucionales para fomentar la adopción de las tecnologías de la Industria 4.0. Por ejemplo, Sudáfrica estableció en 2019 una comisión presidencial sobre la cuarta revolución industrial, formada por una treintena de interesados con experiencia en el mundo académico, la industria y la administración. Sudáfrica también creó un comité interministerial sobre la Industria 4.0. Desde 2017, Corea del Sur dispone de un comité presidencial sobre la cuarta revolución industrial. Australia cuenta con una agencia para la transformación digital (creada en 2015) y con un grupo de trabajo sobre Industria 4.0 del Primer Ministro (creado en 2016), que promueve la colaboración con grupos industriales alemanes y estadounidenses.

La estrategia I-Korea (2017) de Corea del Sur promueve nuevos motores de crecimiento que incluyen la inteligencia artificial, los drones y los autos autónomos, de acuerdo con la política económica impulsada por la iniciativa innovadora del gobierno. Otro ejemplo es Making Indonesia 4.0, centrado en la mejora del rendimiento industrial. Uganda adoptó su propia Estrategia Nacional 4IR en octubre de 2020 que hace hincapié en la gobernanza electrónica, las ciudades inteligentes, la atención sanitaria, la educación, la agricultura y la economía digital; con el fin de apoyar a las empresas locales, el Gobierno está estudiando la posibilidad de introducir en 2020 un proyecto de ley de creación de empresas emergentes que obligue a todos los directivos a agotar el mercado nacional antes de adquirir soluciones digitales del extranjero. La economía digital es el eje del Plan Estratégico Digital del Camerún 2020 (2017). El Camerún creó un centro de alta tecnología especializado en robótica, fabricación digital y visión asistida por ordenador, así como un centro de impresión 3D único en el África Subsahariana.

 

Ayuda a la digitalización de las empresas.

Varios países quieren convertirse en centros digitales regionales, como Australia, Djibouti y Marruecos. Sin embargo, la mayoría de las empresas aún no están digitalizadas. La Comisión Europea calcula que solo una de cada cinco empresas de la Unión Europea ha efectuado esa transición; en ese sentido, la Comisión creó centros de innovación digital para que las empresas puedan “probar antes de invertir” en tecnologías digitales. La estrategia australiana de Industria 4.0, Tech Future (2018), propone el establecimiento de “laboratorios de pruebas” en cinco universidades para contribuir a la transformación de las empresas en fábricas “inteligentes”.

Malasia apoya la digitalización de sus empresas gracias a la subvención de la automatización inteligente impulsada por la Malaysia Digital Economy Corporation en julio de 2020, como parte de la Política Nacional de Industria 4.0. El Centro de experimentación en fabricación inteligente, permitiría que las pymes acceden a las plataformas y tecnologías existentes, con el fin de proporcionarles un “banco de pruebas” para ensayar su innovación. En Filipinas, el programa SETUP 4.0 ofrece a las microempresas y a las pymes préstamos de hasta 100 000 dólares estadounidenses para innovar en ámbitos relacionados con la Industria 4.0.

La carrera de la inteligencia artificial.

 Entre 2016 y 2020, más de 30 países adoptaron estrategias específicas en materia de inteligencia artificial. Mientras que Canadá aspira a liderar el debate internacional sobre el potencial impacto social de la inteligencia artificial, China, la Federación de Rusia y los Estados Unidos rivalizan por lograr una ventaja competitiva en el ámbito de la propia inteligencia artificial. El presidente ruso, Vladimir Putin, declaró en 2017 que “quien consiga el liderazgo en este ámbito gobernará el mundo”. Para 2030, China quiere ser “el principal centro mundial de innovación en inteligencia artificial”, según su Plan de Desarrollo de la Inteligencia Artificial de Nueva Generación. China encabeza la clasificación mundial por el número de patentes de inteligencia artificial que posee, pero carece de talentos de primer nivel en este ámbito; en este sentido, el gobierno ha puesto en marcha una serie de programas a gran escala en el ámbito de las ciencias y la ingeniería para 2030, que incluyen la computación cuántica y las neurociencias

El proyecto de presupuesto en materia de investigación del gobierno estadounidense para 2021 establecía importantes incrementos destinados a la información cuántica y la inteligencia artificial, como parte de su objetivo de duplicar la inversión general del país en esos dos ámbitos de aquí a 2022 en relación con los niveles de 2019.

Las agendas digital y ecológica avanzan en paralelo

Las agendas digital y ecológica avanzan en paralelo La mayoría de los países están convencidos de que su futura competitividad económica dependerá de su éxito en la transición a las sociedades digitales. Mientras tanto, la adopción de los Objetivos de Desarrollo Sostenible en 2015, junto con el creciente costo del desarrollo no sostenible y el impacto del cambio climático, han convertido la transición ecológica de los países en una meta prioritaria. Los fenómenos convergentes del fuerte crecimiento económico, la mayor dependencia de la tecnología y el aumento de las temperaturas están impulsando las necesidades energéticas. En Asia Central, por ejemplo, dos décadas de rápido crecimiento económico han incrementado la demanda de electricidad, lo que ha supuesto un aumento de las emisiones de carbono y una merma de los ingresos de las exportaciones: el 86% del gas natural uzbeko se destina ahora al consumo interno.

Los países son conscientes de que su futura competitividad económica dependerá de la rapidez con la que consigan hacer la transición a una economía ecológica y digital de manera paralela. Ese doble objetivo se refleja, por ejemplo, en las estrategias adoptadas por la Comunidad del Caribe (CARICOM) a través de su Política Energética Regional (2013) y su Estrategia Digital 2025 (2019). En 2018, los Estados Miembros de la CARICOM crearon el Centro Caribeño para las Energías Renovables y la Eficiencia Energética

La política industrial de la Unión Europea (2021) se basa en tres pilares: la transición ecológica, la transición digital y la competitividad mundial. La UE tiene previsto gastar 1.8 billones de euros en fondos públicos entre 2021 y 2027, de los cuales el 30% se invertirá en la doble transición ecológica y digital de los países. Uno de los ejes de la transición “verde” será la economía circular. En 2018, la Federación de Rusia aprovechó su presidencia rotatoria de la Unión Económica Euroasiática (UEE) para proponer una serie de ámbitos en los que “reajustar” la Unión, en particular mediante la creación de un espacio digital y un mercado energético comunes para los Estados Miembros, así como la cooperación en los ámbitos de las tecnologías ecológicas, las fuentes de energía renovables, la bioingeniería, la nanotecnología, la ecología, la medicina y el espacio. Los Estados Miembros quieren crear un “territorio de la innovación” que aproveche sus diferentes capacidades. Ese mismo año, la Unión Económica Euroasiática puso en marcha su Estrategia Digital.

Túnez, por ejemplo, necesita diversificar su economía para crear empleo y atraer más inversión extranjera directa. El país forma parte del creciente número de estados que optan por la vía de las industrias basadas en el conocimiento. El flujo de inversión extranjera directa en Túnez creció un 16% a lo largo de 2017-2018, ya que las empresas extranjeras de electrónica se vieron atraídas por la mano de obra altamente cualificada y competitiva en términos de costos, especialmente en los subsectores del automóvil y la aeronáutica.

Japón es sin duda el país que lleva a cabo con mayor firmeza ese doble objetivo ecológico y digital. Ante la baja tasa de natalidad y el envejecimiento de la población, el gobierno adoptó en 2017 una nueva estrategia denominada “Sociedad 5.0” con la finalidad de crear un sistema socioeconómico sostenible e inclusivo impulsado por las tecnologías digitales. El objetivo es ir más allá de la Industria 4.0 para transformar el modo de vida japonés. Las ciudades se abastecerán de energía suministrada de forma flexible y descentralizada para satisfacer las necesidades específicas de los habitantes y al mismo tiempo ahorrarán energía. Los drones llevarán los servicios postales a las zonas despobladas. En los sectores en los que escasea la mano de obra, los vehículos autodirigidos ararán los campos y se utilizarán robots en las residencias de ancianos. El Gobierno apuesta por que la Sociedad 5.0 ofrezca al Japón los medios para superar su estancamiento económico crónico. Las empresas japonesas han reaccionado a la reducción del mercado nacional adquiriendo empresas en el extranjero para “comprar tiempo y mano de obra”. Como consecuencia de ello, la inversión se está alejando de las costas del Japón y el tejido industrial del país se deteriora. Aunque de momento no ha tomado la delantera en las industrias digitales, el Japón podría aprovechar sus tradicionales bazas en el ámbito de la ingeniería mecánica y de materiales para desarrollar sistemas ciberfísicos avanzados. Gracias a la introducción activa de la inteligencia artificial en el lugar de trabajo, se espera que la despoblación y el envejecimiento dejen de ser desventajas en una economía menos intensiva en términos de mano de obra.

Riesgo de mayores desigualdades sociales

La digitalización de la economía presupone que los ciudadanos tienen cuentas bancarias y tarjetas de crédito que les permiten realizar transacciones en línea. El establecimiento de un sistema de pago digital en los países en desarrollo contribuirá a la aparición del comercio electrónico y frenará la evasión fiscal y la corrupción, pero también es probable que aumente la vulnerabilidad de los empleados en la economía informal, donde los pagos en efectivo son la norma.

Existe una preocupación particular por el hecho de que la doble transición digital y ecológica podría exacerbar las desigualdades sociales sobre todo desde la perspectiva de la transferencia de empleos a gran escala. En el caso de la transición digital, la automatización cristaliza la preocupación; en el caso de la transición ecológica, se trata de la perspectiva de eliminar gradualmente las industrias contaminantes, como las centrales de carbón, que constituyen enormes fuentes de empleo. Eso ha llevado a algunos gobiernos a aprobar la construcción de nuevas centrales de carbón a sabiendas de que resultarán antieconómicas. La Comisión Europea pretende que los empleos que se pierden en un sector industrial dado a favor de la economía digital y ecológica puedan volver a crearse en otra parte. El Mecanismo para una Transición Justa pretende limitar las consecuencias de esas medidas en los Estados Miembros más vulnerables mediante recursos adaptados. Ese mecanismo forma parte del Plan de Inversiones para una Europa Sostenible presentado por la Comisión Europea en enero de 2020, que moviliza la inversión pública y privada hasta un total acumulado de al menos 1 billón de euros.

Concluyendo

Se comprueba que se han armonizado las prioridades de desarrollo en los últimos cinco años. Países de todos los niveles de ingresos están priorizando su transición simultánea a las economías digitales y ecológicas. Esa doble transición refleja un doble imperativo. Por un lado, el tiempo apremia para que los países alcancen los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas de aquí a 2030. Por otro lado, los países están convencidos de que su futura competitividad económica dependerá de la rapidez con la que realicen su transición a sociedades digitales. El subtítulo del Informe de la UNESCO sobre la Ciencia, “La carrera contra el reloj para un desarrollo más inteligente”, es una alusión a estas dos prioridades.

En esta séptima edición del Informe se analiza la trayectoria de desarrollo que los países han recorrido en los últimos cinco años desde el prisma de la gobernanza científica. Se documenta la rápida transformación de la sociedad en curso, que ofrece nuevas oportunidades de experimentación social y económica, pero que también puede exacerbar las desigualdades sociales, a menos que se tomen medidas de protección. En el Informe se concluye que los países tendrán que invertir más en investigación e innovación para llevar a cabo su doble transición digital y ecológica. Más de 30 países ya han incrementado su inversión en investigación desde 2014, en virtud de su compromiso con los Objetivos de Desarrollo Sostenible. A pesar de esos avances, ocho de cada diez países siguen dedicando menos del 1% del PIB a la investigación y, por consiguiente, perpetúan su dependencia de las tecnologías extranjeras.

Dado que las empresas tendrán que impulsar gran parte de esa doble transición ecológica y digital, los gobiernos toman medidas para facilitar la innovación mediante nuevos instrumentos políticos, como los centros de innovación digital donde las empresas pueden “probar antes de invertir” en las tecnologías digitales. Algunos gobiernos también intentan mejorar las condiciones de los investigadores mediante aumentos salariales y otras medidas. El número mundial de investigadores ha aumentado considerablemente desde 2014. La pandemia de COVID-19 ha estimulado los sistemas de producción de conocimientos. Esa dinámica se enmarca en la tendencia a una mayor colaboración científica internacional, que es un buen augurio para abordar otros desafíos globales como el cambio climático y la pérdida de biodiversidad. Sin embargo, según un reciente estudio de la Unesco, la investigación sobre la sostenibilidad sigue siendo marginal en las publicaciones académicas, a pesar de que los países.

El estudio de materiales como este es de vital importancia para investigadores y directivos de Cuba, porque les permite conocer los resultados que se van obteniendo y las tendencias del desarrollo científico mundial. Cuba ha establecido a la ciencia y la innovación como sus dos motores principales, por lo que conocer las buenas prácticas es imperioso para acelerar el desarrollo del país.

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