Un intercambio con Michel Encinosa Fu

La Habana, Cuba. – Conversar con Michel Encinosa Fu es asistir a un momento de sobriedad y de regocijo. Tuve esa certeza cuando, hace unos años trabajamos —él como editor y yo como compilador— en una antología de la minificción insular titulada Tres toques mágicos, que publicó Letras Cubanas.

Ahora, a propósito del Día del Libro Cubano, que se celebra cada 31 de marzo, dialogamos nuevamente, quizás con más formalidad, pero sin que mermaran el afecto y la complacencia.

En Michel Encinosa convergen los dones del buen editor con los del narrador sagaz. De hecho, su obra narrativa, localizada dentro de la ficción social y erótica, la fantasía heroica y la ciencia ficción, incluye una veintena de títulos, de entre los que vale destacar Sol negro.

Crónicas de Sotreun (Ediciones Extramuros, 2001; Gente Nueva, 2014); Niños de neón (Letras Cubanas, 2001); Veredas (Ediciones Extramuros, 2006); La cuarta estrella (Gente Nueva, 2013) y Lo mismo que quieres tú (Letras Cubanas, 2015).

El editor. Inicios

Llegué a ser editor de manera más bien inesperada. Era como un paso más a dar en un camino de autodescubrimiento profesional, y digamos que no llegué a dar el paso siguiente.

Encontré que se me daba razonablemente bien, tenía muchas ventajas en cuanto al manejo del tiempo y los recursos propios, y así he seguido.

Empecé como editor en el año 2004, si no recuerdo mal. En Ediciones Extramuros, del Centro Provincial del Libro y la Literatura de La Habana. Tuve que trabajar con todo tipo de literatura: narrativa, poesía, ensayo, divulgación, infanto-juvenil también.

Una formación de base como no la quiero haber tenido mejor, en una época en la que en Extramuros se juntaban grandes profesionales del libro en todos sus aspectos, como Elizeth Godínez, Dulce María Sotolongo Carrington y Roberto Casanueva, entre otros. Allí estuve durante varios años.

Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso

Para mí fue una excelente experiencia, sobre todo en cuanto a localizarse uno mismo dentro del universo de entonces jóvenes creadores literarios. Muchos contactos, debates, descubrimientos.

Quizá la mayor virtud del Centro sea precisamente servir de eje a cientos de puentes que se tienden entre escritores que comparten zonas generacionales próximas entre sí, y que a su vez trabajan en parajes literarios muy distantes, a veces casi opuestos.

Pero el Centro los reúne, los hace mezclarse, de un modo en que posiblemente no llegarían a lograr sin la existencia de esta institución y su participación en ella.

Yo diría que pasar por ahí te dejaba como miembro ya permanente de una red social que abarcaba la isla de extremo a extremo.

Editor-autor: la confianza mutua

Todo empieza por la confianza. Sembrar las bases de una confianza mutua desde los primeros contactos. Trato siempre de evitar cualquier necesidad de apelar a las jerarquías.

Un libro es un producto de hechura conjunta, y el destinatario, el usuario o cliente o consumidor, como quiera que lo queramos llamar, es el lector. Esa es la certeza que no puede ser perdida de vista. Entonces, tras la confianza, el compromiso. Hacer cada cual su parte en tiempo y forma. Y toda la transparencia posible durante todo el proceso.

Qué dificultades, carencias o circunstancias demoran los resultados; por qué la editorial, en tal o más cuál momento, debe tomar tal decisión respecto al libro y no otra; cuál es mi criterio respecto al libro y a cuanto lo rodea en tanto proceso de edición…

Eludir los motivos de estrés para ambos, autor y editor. Renegar de la indiferencia y el conformismo. Y es su obra, pero es mi trabajo: esto debe quedar claro, siempre.

La ciencia ficción ¿el sitio en que tan bien se está?

No necesariamente. Es cierto que en ese género puedo llegar a sentirme más confiado, pero eso implica el peligro de dejar pasar determinadas cosas y dar otras por supuestas. Cualquier libro de ciencia ficción puede ser el primero de su género en la experiencia de un lector. Y sumar adeptos será siempre mejor que alienar.

Con esto quiero decir que debe uno tener mucho cuidado; lo ideal es que un libro ofrezca puertas abiertas a múltiples tipos de lector, y a veces la ciencia ficción tiende a caer en hermetismos innecesarios, como códigos para los debidamente iniciados.

Lo cual, por supuesto, obra en contra de cualquier manifestación artística y literaria. Por lo demás, en general, hay muchas zonas literarias que me atraen, como editor; las mismas, prácticamente, que me atraen como lector.

Porque antes que autor o editor, uno ha de ser lector y seguirlo siendo. De otra manera, todo queda en una farsa, una máscara, una descarada impostura.

¿Autores difíciles? ¿Editor satisfecho?

La ética me impedirá siempre mencionar nombres, pero sí, he conocido autores difíciles. Para mí, un autor difícil es, por ejemplo, el que considera su obra original como un objeto perfecto, inmejorable e intocable. Y en el otro extremo, el que no para de indicar arreglos, arreglos y más arreglos propios mientras el libro se va procesando de plana en plana.

Está el que te llama por teléfono cada dos días sin importarle si son las 3 de la madrugada para saber cómo va el proceso; también el que se “pierde del mapa” y no hay forma de localizarlo durante meses. De todo hay.

En cuanto a mis satisfacciones, tengo muchas, casi todas relacionadas con la llegada final del libro a nuestras manos: cuando tras un periodo de incertidumbre llegan las cajas de libros justo a tiempo a la presentación programada; cuando una cubierta considerada arriesgada para la impresión, a causa de su diseño, sale bien de la industria poligráfica…

En fin, ver el resultado real de todo el trabajo. Tenerlo en la mano, sentir su peso, hojearlo. Solo entonces quedo de verdad satisfecho.