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Uno de los episodios más significativos de la larga lucha por lo que hoy conocemos como empoderamiento femenino, ocurrió durante la Revolución Francesa.

Antes de ella, a las mujeres no se les permitía testificar ante una corte de justicia; pero gracias al papel que muchas desempeñaron dentro de ese proceso histórico, la prohibición desapareció.

El 20 de septiembre de 1792 las damas francesas fueran admitidas como testigos, lo que tuvo sus antecedentes en las peticiones para alcanzar la igualdad en el contexto político y socio-jurídico del antiguo régimen monárquico, donde se les impedía ejercer cualquier derecho público.

La inferioridad con respecto al hombre fue un dogma incuestionable, hasta que algunos intelectuales defendieron la condición de la mujer como ser humano pleno.

Ese fue el motor de arranque

Fue durante  la Revolución Francesa que la mujer tomó conciencia de su situación social de manera colectiva, por PRIMERA vez, cuando las parisinas reclamaron la paridad bajo el lema Libertad, igualdad y fraternidad.

La Constitución de 1792 las reconoció con la suficiente razón e independencia como para ser aceptadas como testigos en actos civiles.

Aunque las mujeres no obtuvieron derechos políticos importantes, SÍ alcanzaron otros como los de matrimonio civil, divorcio y supresión de la desigualdad frente a la herencia.

La publicación de la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana por la escritora francesa Olímp de Guch, fue el motor de arranque que impulsó otras conquistas en la lucha por la igualdad para la mujer, que, aún en nuestros días, NO avanza igual en todos los países.