La Habana, Cuba. – El 4 de octubre de 1869 la escuadra de Voluntarios del Batallón Ligeros acusó de burla a los jóvenes que visitaban el hogar de los Valdés Domínguez.

La farsa pasó a mayores y los guardias arrestaron a los hermanos Fermín y Eusebio y los llevaron al VIVAC; le siguieron Atanasio Fortier, Manuel Sellén y Santiago Balbín, culpados de faltas contra los voluntarios y por recelos de vínculos con la insurrección.

Durante el registro al hogar de los Valdés Domínguez, los militares encontraron una carta, firmada por José Martí, acusando de apóstata a un antiguo condiscípulo, Carlos de Castro, y lo persuadía para desertar de los voluntarios.

Ese fue el preludio de la cárcel, la huella perenne en quien un consejo de guerra sancionó a 6 años de reclusión, el preso que desgarradoramente escribió: ¡Mírame, madre, y por tu amor no llores!

Eusebio y Fermín

José Mariano Domínguez era capellán del ejército español y Mercedes Quintano, camagüeyana; ambos fueron los padres adoptivos de Eusebio y Fermín Valdés Domínguez, niños abandonados en la Real Casa de Beneficencia de La Habana.

Como eclesiástico, Mariano no podía adoptar y trajo de Guatemala para el efecto a su hermana Refugio, quien presentaba retraso mental, por lo cual se deduce que el trámite se admitió por influencias del capellán.

Fueron acogidos juntos a pocos días de nacido Fermín y con 6 años Eusebio; ninguno omitió su origen, pero el mayor fue recogido, de pocos amigos y estudioso, mientras el pequeño era extrovertido, orador apasionado y en ocasiones imprudente.

Eusebio se graduó de Doctor en Leyes en la Universidad de Zaragoza y falleció en La Habana sin formar familia; Fermín fue coronel del Ejército Libertador, médico-cirujano y periodista.