Por: Gardenia Companioni

¿Te has fijado que en algunos puntos de La Habana Vieja se encuentran pedazos irregulares de gruesos muros?

Pues se trata de vestigios de la otrora Muralla, que construyeran los españoles alrededor de la ciudad para protegerla de los ataques de corsarios, piratas y tropas extranjeras, además del primer sistema de fortificaciones costeras que ya se había iniciado.

Y es que en el siglo XVI La Habana se había convertido en el puerto más importante de América, pues se reunían las dos flotas que regresaban a España con los caudales de oro y plata recolectados en sus colonias. La construcción de la Muralla estuvo a cargo del ingeniero militar Cristóbal de Roda.

Las obras se extendieron hasta el siglo XVIII, y abarcaban La Habana y todo su litoral; así alcanzó 5 kilómetros de longitud, 10 metros de alto, y metro y medio de grosor; era custodiada por más de 3 mil soldados.

Una Muralla con misión fallida

La antigua Muralla de La Habana disponía de 9 baluartes, innumerables bastiones y torres de vigilancia, que se proyectaban desde el muro hacia el exterior, y más de 180 cañones de gran calibre apuntando hacia el mar.

La única manera de entrar y salir de la ciudad era a través de sus fuertemente vigiladas 11 puertas, algunas con puentes levadizos que cerraban todas las noches y abrían cada mañana, con el sonido de un cañonazo disparado desde la Fortaleza de San Carlos de La Cabaña.

Durante su vida útil la muralla no sirvió de protección, pues en su único ataque, los ingleses evitaron los muros accediendo a la urbe por una loma en el lado este del puerto de La Habana, único punto vulnerable y desprotegido de las defensas de la capital.

Hoy tramos de esa barrera arquitectónica son conservados en algunos puntos de la villa.