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La Habana, Cuba. – En el humo del tabaco hay más de cuatro mil productos químicos, la mitad de ellos causantes del cáncer, aunque también producen dolencias cardiacas, enfermedades respiratorias, derrame cerebral y partos prematuros en embarazadas, con todas las implicaciones que ello significa.

Pero no solo el adicto al cigarrillo sufre esas nefastas consecuencias, sino también quienes inhalan involuntariamente el aire contaminado que se produce al quemar productos del tabaco y es generado por las personas durante el acto de fumar.

Esa es la motivación de los esfuerzos que se desarrollan en muchos países, como el nuestro, para lograr ambientes libres del humo del tabaco, pues así se protege a toda la población, que tiene derecho a respirar aire limpio, como única manera comprobada de proteger su salud.

Las normativas al respecto demuestran que esos ambientes sanos son viables y posibles.

Respetar al no fumador

Cuando el aire está contaminado por el humo del tabaco, especialmente en espacios cerrados, todas las personas lo respiran, fumadoras y no fumadoras, y por lo tanto están expuestas a sus efectos perjudiciales.

Dado que es inhalado por quienes no tienen el hábito, entonces estamos en presencia del tabaquismo involuntario, un fenómeno sobre el que en Cuba se llama a reflexionar por sus impactos en la salud y el bienestar.

Pero las acciones de respeto y protección de los fumadores pasivos también deben estar respaldadas por el reclamo de estos a su derecho a respirar un aire limpio. No hay ningún nivel seguro de exposición al humo de tabaco.

Ni la ventilación ni la filtración, solas o combinadas, pueden reducir la exposición a este en ambientes cerrados; ni siquiera pueden lograrlo en lo que atañe al desagradable olor, mucho menos en lo que respecta a los efectos en la salud.