La Habana, Cuba. – Aquel 18 de mayo de 1895, Martí estaba consciente de que solo la revolución que había comenzado el 24 de febrero alcanzaría el fin independentista por el que tanto había batallado. Pero no presagiaba su inminente muerte un día después.
Tras la entrevista que sostuvo con Gómez y Maceo en La Mejorana, había dejado claro que no saldría nuevamente del país hasta haber participado en algún combate.
Su decisión respondía a la magnitud de la obra revolucionaria a la que había consagrado su vida y que recién empezaba en los campos de batalla.
Los días subsiguientes al traslado hasta el campamento mambí, cerca de Contramaestre, los dedicó a redactar algunas instrucciones y a su correspondencia.
Su hora
Para mí ya es hora, había dicho Martí, premonitoriamente, desde mucho antes. Las anotaciones de su Diario cesaron el 17 de mayo de ese año infausto.
Las horas siguientes las dedicó a escribir varias cartas, entre ellas la que no terminó, dirigida a su amigo de México, Manuel Mercado.
Había llegado, en la maduración de su ideario político, a profundas reflexiones sobre los verdaderos intereses de Estados Unidos hacia América Latina, lo que dejó plasmado en la carta a Mercado.
Para él, su hora de luchar con las armas en la mano había llegado y quizás, fuera premonitorio, tal como había anticipado en su discurso de noviembre de 1891 ante los tabaqueros de Tampa, al hablar de lo hermoso que sería morir a caballo, peleando por el país, al pie de una palma.
A modo de apuntes
Ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país y por mi deber, puesto que lo entiendo y tengo ánimos con que realizarlo, de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por Las Antillas los Estadios Unidos.
Así le escribe a Manuel Mercado en carta que éste nunca recibió. En su misiva, Martí fijaba su posición personal: Esto es muerte o vida, y no cabe errar. Su último discurso a la tropa mambisa, no tuvo augurios funestos, fue de verdadero ardor y espíritu guerrero, al decir del Generalísimo Máximo Gómez.
Consciente del peligro expansionista del naciente imperialismo del Norte, pensaba que la guerra de Cuba ha venido a su hora en América, para evitar la anexión del país a los Estados Unidos.
En el aniversario 130 de su caída heroica, valgan estos apuntes que rememoran los días finales del Apóstol.