La Habana, Cuba. – Uno de los polifacéticos y entrañables actores cubanos de todos los tiempos es Mario Balmaseda, quien falleciera en octubre del pasado año, dejándonos una huella de amor, maestría escénica y consagración al trabajo.
Y es que Mario siempre se ocupó de representarnos en sus personajes la expresividad y espontaneidad de los cubanos. Pero su talante actoral no se redujo a desenfado y pose cómoda y complaciente frente a los públicos.
También demostró sus más completas aptitudes en el mundo del arte dramático en papeles épicos de nuestro cine y nuestra televisión, llenos de bravura y solemnidad.
Si algo distinguió su quehacer histriónico fue la versatilidad, una condición que supo cultivar y que lo hizo grande entre los grandes, desde su primer desempeño estelar en el cine, cuando apareció en 1971 en el filme Los días del agua, del director Manuel Octavio Gómez.
Entre personajes icónicos e inolvidables
En un recorrido por la brillante trayectoria actoral de Mario Balmaseda sobresale su participación en el filme De cierta manera, producido en 1974, el único largometraje de ficción dirigido por Sara Gómez.
Su personaje en esta película se llamó también Mario, porque la directora colocó a los actores en un singular experimento de realidad dentro de la ficción.
El Mario de De cierta manera se volvió mítico, icónico, al encarnar a un obrero marcado por rezagos machistas y hábitos marginales, que desde una generosidad y nobleza comunes asumía la aspiración de nuevos cambios sociales.
Verdadera popularidad alcanzó Balmaseda con la serie televisiva En silencio ha tenido que ser, y influyente en el público fue su rol del arquitecto trabajador en la película Se permuta, de 1983.