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La Habana, Cuba. – Las historias que gravitan en torno a la figura de la nunca bien ponderada María Valero son muchas: cuestionables unas, adorables otras.

Y todas marcadas por la autenticidad de esta mujer, que es como una feliz encrucijada de cientos de misterios que merodean en el imaginario popular, incorporados la por la magia que entraña todo lo que bien se escucha.

Hechos y acciones hablan por ellos mismos.

La gran dama de la radio cubana en 1942, brillante protagonista de la antológica novela El derecho de nacer, la mujer leyenda, la artista toda que parecía quedar al descubierto cuando ejercía, se había distinguido en su España natal, antes de llegar al mundo artístico, como enfermera, combatiente en los cuarteles de montaña durante la guerra española, y también ayudó a organizar en Valencia el congreso de los intelectuales del mundo contra el fascismo. 

El embrujo de Cuba a una mujer enigma

En el libro María Valero: detrás de un rostro, de una voz, de la locutora, escritora e investigadora Josefa Bracero, publicado por Ediciones En Vivo, se deja entrever en no pocos relatos una conmoción que impresiona.

Singulares testimonios dan fe de las circunstancias trágicas de la muerte de esta mujer excepcional, primera actriz y referente de la actuación para muchas generaciones.

En cierta ocasión, ella misma reconoció: “Cuba me ha embrujado. Estoy aprendiendo a ser isleña, caribeña”. En lo dicho y escrito sobre la Valero no hay ningún elemento inocente, ha reconocido la propia Josefa Bracero.

Y es que los entrevistados delinean y completan una imagen que nunca será totalizadora de todos los rasgos, razones, vivencias, angustias, silencios, miedos, que en el fondo palpitaron en el cuerpo y el corazón de tan singular figura de nuestras artes.

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