Pocos deportistas se convierten en símbolos de un país. Y desde los puños, desde el arte de boxear, muy pocos lo han conseguido. Uno de ellos es cubano y se llamó Teófilo Stevenson, a quien el pasado 29 de marzo lo recordamos en su natalicio 70 con más de una anécdota vivida fuera de los cuadriláteros.

Siempre se le escuchó al colega Elio Menéndez muchas vivencias relacionadas con ese Teo que lejos del ring era capaz de defender los derechos del periodista acompañante a una delegación deportiva, con la misma fuerza que noqueaba a sus rivales minutos más tarde.

Era un ser humano excepcional, repetía el profe Elio. En otra ocasión vio a un niño llorar en una esquina del Coliseo de la Ciudad Deportiva porque no podía competir debido a que se le rompieron los tenis, y el juego de voleibol empezaba. Stevenson se quitó los suyos y se los regaló. Eso es ejemplo.

Un símbolo de Cuba

En una visita en 2001 a Guinea Ecuatorial, país africano en el que ser deportista era una rareza y Cuba parecía solo tener referencia para sus habitantes desde la colaboración médica, el custodio de la casa en la cual se hospedó la prensa, saludó con esta frase: Bienvenidos cubanos, desde la tierra del gran Teófilo Stevenson.

Sorprendidos los periodistas, le preguntaron qué sabía él de nuestro tricampeón olímpico y mundial. En perfecto español dio la lección inicial. Stevenson simboliza Cuba para nosotros.

La primera vez que escuché el nombre de su país fue por él. Su pegada noqueó a muchos boxeadores. En mi pueblo muchos queríamos ser como él o conocerlo algún día«.

En un nuevo aniversario de su cumpleaños, nada mejor que recordarlo así, como lo que fue, la imagen de un país, al que no traicionó jamás.

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