La Habana, Cuba. – Le llamaban Manzanita por su infantil apariencia, y lo impulsaba un arrojo de efervescente impaciencia por acabar de un disparo todo el horror de una época.

¿Quién podía sugerirle a José Antonio prudencia, aguardar a que el Turquino en volcán se convirtiera y su lava arrolladora a toda Cuba barriera?

Acabar con el tirano en su propia madriguera, arrasar sus ministerios, su política rastrera de general sin batallas y sargento sin carrera. No era un plan descabellado, sino un acto de imprudencia, de total desprendimiento y de valentía extrema, cuyo triunfo dependía del asalto la sorpresa.

Pero nos dejó el ejemplo de una juventud señera que prefería inmolarse antes que arriar sus banderas, y refundó esta emisora donde su grito resuena llamando al pueblo de Cuba al combate en esta fecha.