La Habana, Cuba. – En el desenlace de la tragedia shakesperiana de Romeo y Julieta, el joven protagonista llega al sitio donde está sepultada su amada, a la que cree muerta, y con una palanca de hierro fuerza la entrada del sepulcro.

Julieta ha sido depositada en una cripta, construcción bajo tierra que servía de tumba y que generalmente se edificaban bajo las iglesias.

A diferencia de las catacumbas, cementerios subterráneos como las que se conservan en Roma, las criptas estaban destinadas a personas de cierta calidad, al igual que las suntuosas bóvedas y panteones que más tarde los ricos se han hecho edificar en los camposantos.

Pero la tumba de José Martí en el cementerio santiaguero de Santa Ifigenia no es una cripta, como bien advierte el amigo escritor, traductor y lingüista Rodolfo Alpízar.

Del Mausoleo a la cripta

El sepulcro de José Martí es un Mausoleo, edificación que debe su nombre al rey Mausolo, cuya magnífica tumba fue considerada una de las maravillas del mundo antiguo.

Los restos del Apóstol cubano están depositados en una urna dentro de la formidable construcción, pero no colocados bajo tierra, como sucede en las criptas.

Asociados a esa palabra está el adjetivo críptico, que designa lo misterioso, escondido, secreto. Criptografía es la escritura secreta como la que utilizan los ejércitos para comunicarse durante las guerras, o la que emplean logias, sectas y sociedades ocultas.

Un criptograma es un documento cifrado, o sea: que ha sido escrito en clave para hacerlo ininteligible para quienes no tengan modo de descifrarlos.