La Habana.-  La fecha del 4 de marzo de 1960 está en la corazón del pueblo cubano como un día inolvidable de la historia de la isla. Ese viernes, que amaneció agradable, con el paso de las horas se convirtió en una jornada plena de tristeza y dolor.

Poco después de las tres de la tarde la ciudad capital se estremeció con el ruido de una explosión; luego se vio una gran llamarada y una columna de humo que se podía observar desde lejos. Esa escena dantesca ocurría en uno de los muelles de la bahía, cerca de la estación de ferrocarriles. De inmediato se vio en los alrededores del lugar un reguero de heridos, sangre y muertos. Luego  hubo otro estallido más fuerte y una cifra mayor de personas mutiladas y fallecidas.

Habían transcurrido hasta la fecha 14 meses y cuatro días desde el triunfo de la Revolución Cubana.

Ante el  atentado, una respuesta viril del pueblo cubano

A las ocho de la mañana del 4 de marzo de 1960 llegó a La Habana el barco francés La Coubre, con 80 toneladas de balas para fusiles del tipo FAL, municiones y granadas en sus bodegas.

La nave fue antes a los puertos europeos de Hamburgo, Bremen, Amberes, Le Havre y Bélgica, donde cargó el equipamiento que Cuba compró, luego de vencer la presión ejercida por Estados Unidos.

Hábiles estibadores empezaron a sacar de las bodegas cajas de balas y otras con granadas cuando, al levantar una, poco después de las tres de la tarde, una explosión en la popa del barco la partió en dos y parecía un gran amasijo de hierros.

Minutos después, otro estallido ocasionó más muertos y heridos. En medio de la dolorosa escena, llegó el Comandante en Jefe Fidel Castro, quien se quedó para dirigir las acciones de rescate.

Nuestra disyuntiva es Patria o Muerte

El sabotaje al barco La Coubre fue el resultado de un plan preparado por la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos contra Cuba.

En el atentado hubo más de 100 muertos y 250 heridos graves. Luego de llevar estos a los hospitales y acudir al velorio de quienes murieron por la Patria, una manifestación luctuosa llenó la calle 23, del barrio de El Vedado.

El Comandante en Jefe Fidel Castro despidió el duelo en un estrecho abrazo con el  pueblo, junto al cementerio de Colón.

Esa tarde, el líder de la Revolución afirmó: “No tendríamos otra disyuntiva que aquella con que iniciamos la lucha revolucionaria: la de la libertad o la muerte. Sólo que ahora la libertad quiere decir algo más todavía: libertad quiere decir Patria.Y la disyuntiva nuestra sería:Patria o muerte”.