La colina universitaria vuelve a recordarlo este septiembre, en el que el estudiantado tomó por asalto sus alrededores.

Solo que ahora no hubo policías a caballo ni plomo que los derribe, como sucedió aquella mañana de septiembre de 1930.

Entonces, los estudiantes se habían lanzado a la calle enarbolando una bandera cubana, enardecidos ante la presencia de la policía que los hostigaba.

La esquina capitalina de Infanta y San Lázaro era un mar embravecido de jóvenes que se pronunciaban contra la tiranía machadista.

Entre ellos, un muchachón apuesto y fornido nombrado Rafael Trejo González. Ante la imposibilidad del mitin previsto bajo los laureles, se pasó la consigna de reunirse en el parque Eloy Alfaro.

Un joven llamado a altos destinos

Así dijo Raúl Roa del joven estudiante de Derecho Rafael Trejo. Este había nacido el 9 de septiembre de 1910 en San Antonio de los Baños y según testimonio de su compañera de luchas, María Luisa Laffita, era un joven que se ganaba el cariño fácil.

Gustaba de jugar al ajedrez, nadar, remar y leer, esencialmente a Martí. Trejo siempre fue un estudiante combativo, de esos que andan en la vanguardia de la lucha.

Junto a otros colegas hizo desaparecer de las paredes de la Escuela de Derecho una tarja firmada por Machado, y su nombre estaba entre los estudiantes que organizaron el Directorio Estudiantil Universitario.

Aquella mañana del 30 de septiembre, Rafael Trejo González tomaba el primer lugar en la barricada que levantaba la Generación del Treinta.

Trejo en el tiempo

Contra el ataque policial, las pedradas certeras y los puños de los estudiantes resultaban ineficaces. Pablo cayó con la cabeza ensangrentada. Casi enseguida se oyó un disparo y Trejo se desplomó.

Al ir a socorrerlos, Marinello fue apresado por la policía. En el hospital, Pablo de la Torriente Brau supo de la gravedad de Rafael Trejo. No amaneció el joven al que le auguraban un porvenir brillante. Millares de personas escoltaron su féretro hasta el cementerio.

Tras el cadáver de Trejo, solía decir Raúl Roa, “se movilizaría después el pueblo entero hasta derrotar al machadato y presentarle batalla a la reacción y al imperialismo en memorables acciones”.

Devenido símbolo, Rafael Trejo vive en la tranquila certeza de que su muerte no fue en vano. Una Cuba libre, dueña absoluta de su destino, lo recuerda en el tiempo.