Uno de los documentos más conmovedores sobre la persecución de los judíos durante la Segunda Guerra Mundial, fue escrito por una adolescente de 13 años.

Se llamó Anna Frank, vivió escondida en una buhardilla de Ámsterdam dos años y murió el 12 de marzo de 1945 en el campo de concentración de Bergen-Belsen.

Dicen sobrevivientes del espanto que era una muchachita madura emocionalmente y de físico delicado; durante los dos años que vivió oculta, redactó cuentos, comenzó una novela y escribió un diario hoy traducido a más de medio centenar de idiomas y vendido millones de ejemplares.

En él anotó sus anhelos: deseaba montar bicicleta, bailar, silbar, descubrir el mundo, sentirse joven y ser libre, quería ser periodista y escritora; Anna Frank murió de fiebre tifoidea una semana antes de ser liberada Holanda del fascismo, de la barbarie.

El diario de Anna Frank

Otto Frank, padre de Anna, fue sobreviviente de los campos de concentración nazi; a su regreso y gracias a personas que los ayudaron a esconderse antes de ser descubiertos, pudo recuperar los diarios privados de su hija.

Son cinco cuadernos y varias hojas sueltas escritas a mano, un testimonio para adentrarse en la vida de una familia judía en Holanda durante los duros días de la guerra.

Esas anotaciones llevan a la reflexión en medio de la zozobra y a la experiencia de la convivencia en situaciones adversas; quienes conocieron a Anna Frank la describieron alegre, cautivadora, bulliciosa, popular y con ansias de dejar huella.

Anotó en su diario: “Si resulta que no tengo el talento para escribir libros o artículos de prensa, siempre podré hacerlo para mí, pero quiero lograr más que eso (…) ¡Necesito tener algo más que un esposo e hijos a los que dedicarme!”