Poco después de iniciada la Guerra Civil en España, Pablo de la Torriente Brau desde el exilio en Nueva York escribió el 6 de agosto de 1936: “Me voy a España, a la revolución española”.
Y agrega que se va donde palpitan las angustias de los oprimidos y quiere ser arrastrado por el gran río de la revolución, ver un pueblo en lucha, conocer héroes, oír el trueno del cañón, sentir el viento de la metralla, contemplar incendios y fusilamientos y estar junto al remolino silencioso de la muerte.
El primero de septiembre partió y por sus cuadernos se conoce que está en Barcelona el dieciocho, y llega a Madrid el 24.
Corresponsal de guerra, Pablo de la Torriente se implicó como soldado e integró la compañía de cubanos “Guiteras”, del batallón de las fuerzas internacionalistas; era Comisario Político cuando murió combatiendo en Majadahonda.
El inmenso Pablo
Uno de los primeros corresponsales latinoamericanos que llegó a España tras iniciarse la Guerra Civil fue Pablo de la Torriente Brau, puertorriqueño de nacimiento y cubano de corazón.
En la vorágine de la contienda escribió crónicas periodísticas y cartas, hizo alocuciones, agitó a los soldados, defendió la revolución y sucedió lo que expresó Jorge Ferrer: “El corresponsal que iba a ‘dar parte’ de la guerra se ha convertido él mismo en parte de la guerra».
El 15 de noviembre de 1936, manifiesta que acaso sea un error desde el punto de vista periodístico, pero había que abandonar toda posición que no fuera la más estrictamente revolucionaria de acuerdo con la angustia y las necesidades del momento.
Pablo de la Torriente murió en diciembre, su cuerpo se encontró en el campo de batalla, tendido boca arriba, tras una bala atravesarle el pecho.