Por: Pedro Pablo Rodríguez

La Habana, Cuba. – Hace 130 años, el 17 de febrero de 1892, el Comité de Escuelas Nocturnas de Nueva York aprobaba la sustitución definitiva de José Martí del cargo de instructor de Español. Dos años antes, el 1ro de octubre, esa instancia había aprobado su contratación a ese efecto.

Fueron solo dos cursos en los que Martí impartió sus clases en esa escuela, situada en la calle 63 número 220. Este lugar estaba relativamente alejado de su oficina en la calle Front, en la parte antigua de la ciudad, donde despachaba desde horas de la mañana, y a menudo, hasta entrada la noche.

A pesar de ello, llegaba puntualmente al encuentro con aquellos estudiantes adultos, trabajadores en su mayoría, quizás inmigrantes varios de ellos.

El de mayor edad tenía 32 años. Responsabilidad del maestro, cuya amenidad y saberes encantaron a los alumnos.

Enseñar Gramática sin parecer que la enseñaba

Estas fueron las palabras que Martí escribió para la memoria anual de la escuela nocturna neoyorquina. 40 años después uno de sus alumnos, de apellido Paltsits, calificó al maestro como “hombre noble”, “personalidad superior”, y “un caballero en palabras y maneras.”

La novedad de los métodos empleados por el profesor cubano llamó la atención de sus discípulos. Según Paltsits, aquellas eran clases de gramática comparada, y Martí un maestro de filología comparada.

Este alumno recuerda su constante uso de la pizarra y describe así cómo efectuaba su labor de enseñanza: Vestía yaquet, y mientras descansaba la mano izquierda en el costado, alzando ligeramente y echando hacia atrás la cola del traje; con una tiza en la derecha, hablaba y escribía, girando con rapidez sobre sí, para hacer al mismo tiempo preguntas a este o aquel miembro de la clase.

Una anécdota del maestro Martí

En una ocasión, Martí enseñaba el significado de varias palabras que parecían semejantes y pedía a los estudiantes que escribieran frases con ellas.

Una vez explicó el significado de Papa, el sumo pontífice del catolicismo, de una papa y de papá. Al recibir lo escrito por Paltsits, comenzó a reír sin poder leer lo escrito, y la clase, al verlo así, reía con él sin saber la razón.

Finalmente leyó: El Papa no es una papa, y él no es un papá. Risas aparte, la frase le valió un premio al alumno: un ejemplar de la novela Ramona, de la norteamericana Helen Hunt Jackson, traducida del inglés por Martí, con esta dedicatoria: A mi discípulo y amigo V. H. Paltsits.

El maestro invitó a la clase en pleno a un mitin por la independencia cubana. Los que asistieron declararon su simpatía por Cuba libre. Martí, como siempre, buscando apoyo para la Patria.