Por: Oscar Ferrer

La Habana, Cuba. – Duele que una figura tan grande, firme y patriótica, como Carlos Manuel de Céspedes, que abrió a los cubanos el camino de la independencia, fuera objeto de tantas incomprensiones e injusticias.

Este 27 de febrero, al conmemorar el aniversario 148 de aquel día aciago de 1874, en que lo sorprende y mata una fuerza española en San Lorenzo, reconforta recordar que José Martí lo llamó con justicia “hombre de mármol”.

El gigante de la clarinada del Diez de Octubre y Padre de la Patria perteneció a una familia adinerada de Bayamo e hizo estudios de jurisprudencia en Cuba y España.

Luego de recorrer Europa, se dedicó a su profesión, siendo su bufete uno de los primeros de la cuenca del Cauto. Pronto comenzó Céspedes a manifestar su inconformidad con el régimen colonial y a defender a hombres y mujeres esclavizados.

Personalidad multifacética

Carlos Manuel de Céspedes fue hombre de exquisitos modales, a quien no alteraban el peligro ni los dolores físicos o morales. Robusto, aunque de pequeña estatura, poseía reconocido valor personal y gustaba del baile, la equitación, la esgrima y el ajedrez.

De palabra pausada y gran memoria, mostró siempre un trato cortés y agradable, así como una fuerza de voluntad envidiable. Fue elocuente orador, aficionado a la poesía y gran lector.

Quizás esas múltiples cualidades le ayudaron a enfrentar tantos obstáculos. Como escritor, fue autor del drama El conde de Montgomery y de la comedia Las dos Dianas, así como de cartas, manifiestos, su Diario y otros documentos recogidos en textos editados posteriormente, como De Bayamo a San Lorenzo.

Céspedes hizo algunas traducciones y fue autor de versos como Canto al Turquino, el soneto Al Cauto y el poema La mariposa.

Trato injusto

Con cubanos patriotas, Carlos Manuel de Céspedes comenzó a preparar la revolución y encabezó la conspiración contra el poder español que anunció el 10 de octubre de 1868, cuando dio a conocer la Declaración de Independencia.

Organizó la administración republicana en Bayamo, que se convirtió en capital provisional, pero pronto se dejaron sentir los resentidos de antaño contra la fuerte personalidad de Céspedes, quien en Guáimaro fue elegido primer presidente de la República en Armas, con prerrogativas limitadas que él aceptó en aras de la unidad nacional.

Su postura, esencialmente civil, fue puesta en duda por jefes militares y legisladores. La Cámara de Representantes lo depuso en octubre del 73 y él aceptó con humildad el veredicto.

A Céspedes se le privó de ayudantes y escolta, y se internó en la Sierra Maestra, en estado de indigencia.

Muerte en San Lorenzo

En San Lorenzo, en la Sierra Maestra, bajo la protección de su amigo, el brigadier Jesús Pérez, Carlos Manuel de Céspedes enseñó a leer y a escribir a los niños de los campamentos mambises.

Llegó a aquel sitio en enero del 74 y llevaba buena parte de sus papeles, que guardaba celosamente, y que sus enemigos políticos habían tratado de quitarle. Le negaron hasta el pasaporte para emigrar y reunirse con su familia-, en ocasiones jugaba ajedrez con el prefecto José Lacret.

Después, lo despojaron miserablemente del último de sus acompañantes. A principios de febrero de aquel año, los españoles ya tenían confidencias de la presencia del Padre de la Patria en San Lorenzo.

El día 27, Céspedes fue sorprendido y se defendió con su revólver, pero un disparo en el pecho le hizo caer al vacío; luego, su cadáver fue arrastrado por el enemigo.