La Habana, Cuba. – El 20 de agosto es una fecha luctuosa en la medicina cubana, pues un día como ese de 1915 falleció en La Habana el médico camagüeyano Carlos Juan Finlay Barrés.

Este científico trabajó sin descanso para demostrar que el mosquito Aedes aegypti era el transmisor de la enfermedad conocida entonces como fiebre amarilla.

Desde niño sintió vocación por la profesión de su padre, el médico escocés Edward Finlay, graduado con altas calificaciones en las Universidades de La Habana y Perú.

Carlos Juan siguió las huellas de su progenitor y con 22 años concluyó estudios en la universidad estadounidense de Filadelfia. Luego de homologar su título en la casa de altos estudios habanera, integró la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de Cuba, donde ocupó el cargo de Secretario de la Sección de Ciencias.

Sus investigaciones

Por su persistente labor a lo largo de dos décadas en el campo de las investigaciones, el doctor Carlos Juan Finlay obtuvo apreciables resultados, que presentó en la Conferencia Sanitaria Panamericana, celebrada en 1881, en Washington.

Su teoría se basaba en que el contagio de un individuo enfermo con la fiebre amarilla a otro sano se producía por la picadura del mosquito Aedes aegypti, único agente capaz de diseminarla entre la población.

Además de sus estudios sobre esta enfermedad y su transmisión, Finlay también se dedicó a investigar acerca de la lepra, el beri-beri, la malaria, tuberculosis y problemas relacionados con la visión.

La falta de vacunas, antibióticos, higiene y el gran desconocimiento sobre diversas enfermedades contribuían al contagio de los individuos sanos, que en muchos casos morían por falta de recursos.