Así era la estima que tenía a este hombre de honestidad revolucionaria, al jefe militar que sobresalió por un temperamento celoso de la disciplina y una insuperable capacidad organizativa.

Fue el militar puertorriqueño de más alto rango en el Ejército Libertador y uno de los caudillos que se opuso al Pacto del Zanjón; con su tropa, estuvo en Mangos de Baraguá en la honrosa protesta.

En su patria e inspirado por los ideales de Ramón Emeterio Betances, integró el movimiento independentista; Juan Rius Rivera nació el veintiséis de agosto de mil ochocientos cuarenta y ocho, en la ciudad de Mayagüez.

De firmes convicciones

El puertorriqueño Juan Rius Rivera combatió junto a grandes de las luchas del siglo diecinueve: Calixto García, Antonio Maceo, Vicente García y Máximo Gómez.

Tuvo descollantes cargas al machete como las de Loma China, Montezuelo, Tumbas de Estorino, Isabel María, Ceja del Negro, Soroa, El Rubí, Punta Muralla y la campaña de Oriente.

Luego de concluida la guerra, regresó de España donde estuvo deportado, fungió como Vicepresidente de la Asamblea Constituyente y se desempeñó en el gabinete de la República; desilusionado, partió hacia Honduras y permaneció hasta su muerte; treinta y cuatro años después, sus restos descansaron en el Cementerio de Colón.

El general Enrique Loynaz del Castillo llamó a Juan Rius Rivera “cubano de excelsas y firmes convicciones, hombre cuyos labios jamás mancilló una mentira, cuya honra nunca fue discutida, ni la ambición jamás perturbó”.

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