Entre los artemiseños que acompañaron a Fidel Castro al ataque al Cuartel Moncada estaba Ciro Redondo García, un joven a todo temple que también fue juzgado por sus acciones revolucionarias y condenado a cumplir prisión en la Isla de Pinos.
Después de su excarcelación, entre otras misiones, Ciro viajó a México donde se formó para integrar el primer frente guerrillero con el fin de derrocar a la tiranía; fue uno de los 82 expedicionarios del Yate Granma, sobrevivió a la emboscada de Alegría de Pío, actuó en los combates de La Plata, Arroyo del Infierno, Alto de Espinosa y El Uvero.
El 29 de noviembre de 1957, durante el combate de Mar Verde, Redondo García muere a causa de una emboscada. Póstumamente es ascendido al grado de Comandante y el Che Guevara bautiza con su nombre a una columna que operaría en el Escambray.
La cruz de un mártir
Cuentan que el día que Ciro Redondo García cae en el combate de Mar Verde, en Santiago de Cuba, los campesinos de la zona construyeron una cruz de madera de 117 centímetros de largo y 54 de ancho para poner en su tumba.
En la misma intercepción de la cruz, el Che Guevara, como muestra del aprecio y admiración que sintió por el artemiseño, escribió el siguiente epitafio: “Enemigo, respete esta muestra de dolor por un adversario digno”.
La rústica fabricación forma parte del inventario de Objetos Históricos del Mausoleo a los Mártires de Artemisa y por estos días se exhibe en una de las vitrinas del recinto mortuorio.
En su libro “Pasajes de la guerra revolucionaria”, el guerrillero heroico menciona las cualidades de Ciro Redondo García, asaltante del Cuartel Moncada, expedicionario del Granma y Patriota Insigne de Artemisa.