A los 64 años, con una obra donde predominan en sus trazos los temas populares y religiosos, partió el pintor Bartolomé Esteban Murillo, el 3 de abril de 1682.

En quien fundara y presidiera en la España del siglo XVII la Academia de Dibujo de Sevilla, encontramos el legado de cuatrocientas ochenta obras con la fuerza del realismo, la calidez de lo humano y la conmoción de lo espiritual extremo, sus tres fuentes nutricias esenciales.

De él son pinturas eternas como La sagrada familia del pajarito, El niño pordiosero, La Virgen, La Dolorosa y El niño con Santa Rosalía de Palermo.

Los lienzos de Bartolomé Esteban Murillo se los disputan los más célebres museos del mundo; en el Museo del Pardo se halla la colección más importante, con 43 obras; le siguen El Ermitage con 22 y en el El Louvre, 12.

El pintor de la Inmaculada Concepción

El sevillano Bartolomé Esteban Murillo, uno de los más importantes pintores del arte religioso del siglo XVII, ha sido catalogado como “el artista que mejor ha definido el tema de la Inmaculada Concepción”.

Este reconocimiento se asienta en las diversas versiones que sobre la virgen realizó, sobresaliendo en ellas el rostro amoroso y juvenil que trazó para la divina madona, cuya cabeza ladeada mira el cielo.

En diferentes versiones, la mujer morena suele flotar sobre nubes esponjosas, está vestida con túnica blanca y manto azul, junta las manos sobre el pecho en actitud de plegaria y aparece rodeada de robustos angelotes.

Generalmente, las obras de Bartolomé Esteban Murillo muestran una tendencia preferentemente religiosa y son numerosos los lienzos sobre santos y vírgenes en los que prevalecen escenas de armonía espiritual.