Tras la estela de Chibás, pero también bajo el influjo de lecturas marxistas y sobre todo del ideario martiano, Fidel se lanzó a la lucha política para enfrentar los males de la República.
Después de hacer fila con los Ortodoxos, luego del cuartelazo de Batista cobró notoriedad pública al presentar ante el Tribunal Supremo una acusación contra el gobierno por tomar el poder mediante un golpe de Estado.
Desestimada esa denuncia, el modesto tabloide El Acusador le sirvió de tribuna política al joven revolucionario. En el artículo Yo acuso definió el carácter reaccionario y criminal del régimen batistiano al que fustigó con rudeza bajo el seudónimo de Alejandro.
También escribió un Recuento crítico del Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo), texto precursor en el que Fidel anunció lo que vendría al proclamar que “el momento es revolucionario y no político”.
Con las armas en la mano
Sabedor de que los caminos de la política estaban cerrados, Fidel se lanzó el 26 de Julio del 53 a la lucha armada.
El intento de rescatar el ideario martiano en el Año del Centenario del Apóstol tuvo un fracaso relativo, pues aunque la acción militar fue fallida, sirvió para echar a andar la más radical Revolución de Latinoamérica.
Sin embargo, en plena penuria legal, el joven abogado no abandonó el combate político y, tras convertirse en acusador en el juicio del Moncada, el alegato La historia me absolverá marcó el futuro de la nación en ciernes.
Tras el presidio vendría el Granma, Alegría de Pío y la Sierra Maestra, baluarte esta última, donde, además de las armas, la argumentación y el convencimiento comenzarían a jugar un papel más profundo en el proyecto revolucionario liderado por Fidel.
Hasta nuestros días
Con la toma del poder en enero del 59, Fidel y la dirigencia guerrillera tuvieron que asumir un nuevo concepto en la lucha revolucionaria.
Claro que la hostilidad de Estados Unidos, que apareció pronto, obligó a mantener las armas cerca, pero la nueva etapa, más compleja, estuvo marcada por la confrontación ideológica y por tanto política.
Por eso, los largos discursos o las constantes comparecencias del líder en la radio y televisión nacionales. Sabedor del poder de la oratoria, no dejó pasar un día sin explicar, argumentar, convencer a un pueblo que de buenas a primeras pasó a ser dueño de su destino.
Luego, alejado de la mirada pública, escribió libros y Reflexiones, cuya claridad sorprendió y demostró que seguía siendo guerrillero y político.