Para el historiador Luis Orlando La Calle, las decisiones políticas, militares y civiles de Carlos Manuel de Céspedes y sus generales, tras la toma de la ciudad oriental, fortalecieron el ideario independentista de Cuba.
La designación de Bayamo como Capital temporal de la República, alentó el movimiento emancipador entre los criollos y extranjeros, y propició que los españoles reconocieran la intrepidez bélica mambisa.
Pero además de su valor simbólico, los insurrectos deseaban otorgar al movimiento patriótico los visos de autoridad y legitimidad que reclamaba el pueblo, y por ello crean la Junta provisional de Gobierno.
Tal paso ayudó en la organización y democratización de la vida en el primer asentamiento libre de Cuba, facilitó que conspiradores de otras regiones se incorporaran a la guerra y proyectó el proceder guerrero del naciente y tenaz Ejército Libertador.
Bayamo y la Revolución Cespediana
Para afianzar su visión estratégica de la guerra, Carlos Manuel de Céspedes promulgó, firmó o aprobó en Bayamo documentos trascendentes para la causa revolucionaria.
El periódico El Cubano Libre reseñó que el Jefe independentista rubricó decretos, bandos, órdenes, proclamas y manifiestos referidos la reorganización de la estructura militar mambisa y la administración civil de la demarcación ubicada en los llanos del Cauto.
Céspedes oficializó a sus generales y oficiales, planeó la defensa de la urbe, autorizó la conformación de batallones con caballería e infantería y programó la inmediata extensión de los combates contra las tropas ibéricas.
Miles de habitantes de Bayamo, de diversos estratos sociales, se incorporaron a la lucha o ayudaron en la logística de guerra, según consignó en sus escritos Cayetano Acosta Nariño, ayudante personal del Hombre de la Demajagua.
Actos simbólicos desde una porción de Cuba Libre
El triunfo de las tropas cespedianas en Bayamo, hizo que soldados y civiles reclamarán los emblemas de la República. Pero sobre todo, afirmó el historiador José Maceo Verdecia, requirieron los de carácter y simbolismo identitarios.
En la explanada cercana a la denominada Plaza de la Revolución, el pueblo interpretó por vez primera el Himno La Bayamesa, el formidable canto guerrero compuesto por el general, abogado y músico Perucho Figueredo.
Posteriormente, también frente a la Iglesia Parroquial Mayor, el sacerdote-patriota Diego José Baptista bendice la bandera tricolor diseñada por Céspedes, cosida y bordada a mano por la joven campesina Candelaria Acosta, en el batey del ingenio Demajagua.
Se oficializaron, así, para el movimiento insurreccional cubano, sus símbolos sagrados para la lucha, la unidad y el orgullo nacional.