La Habana, Cuba. – La matemática, la física y la astronomía tienen el privilegio de poseer a uno de los hijos más ilustres de la ciencia: Isaac Newton, aquel inglés del siglo XVII al que una manzana hizo inmortal.
Sí, pues un día sentado debajo de un manzano cayó un fruto a sus pies y se preguntó entonces qué fuerza singular precipitaba con velocidad acelerada a los cuerpos hacia la Tierra y por qué no ha de aplicarse dicha fuerza de atracción hasta la Luna.
El incidente lo sumió en profundas reflexiones que lo condujeron más tarde a la realización de rigorosos y exactos cálculos, cuyo más trascendental resultado fue el descubrimiento de las Leyes de la Gravitación Universal.
Estas son reconocidas en todo el orbe y demuestran la armonía que rige los movimientos de los cuerpos que forman nuestro Sistema planetario.
Otros aportes
No sólo fue importante el descubrimiento por Isaac Newton de la Gravitación Universal. La física también le debe al ilustre científico inglés las principales leyes de la óptica.
Fue él quien construyó el primer telescopio para la observación del espacio cósmico, y el primero también en formular una teoría científica de los colores.
Y Newton hizo más: planteó las leyes de la descomposición de la luz solar en el espectro. Sin embargo, el sabio incursionó en errores idealistas y de carácter metafísico. Su mecánica reconoce el espacio y el tiempo como realidades objetivas, pero las separa de la materia.
Mas, tales inexactitudes filosóficas no opacan la gloria de Isaac Newton, la cual perdura aún después de su muerte, el 20 de marzo de 1727.