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Por: Joel García

La Habana, Cuba. – El 7 de febrero de 1966 pudiera considerarse una de las fechas más trascendentales en las Vueltas Ciclísticas a Cuba. Por vez primera la caravana de pedalistas subiría a un lugar desconocido, pero tentador de belleza y majestuosidad: la Gran Piedra.

Ese día Manuel Sánchez despertó con varias corazonadas. Sus piernas resistirían más que ninguna otra el ascenso; su esfuerzo sería el más intenso entre todos los competidores en los tramos más empinados; y su bicicleta sería la primera en cruzar la raya horizontal sobre el asfalto en la cima.

Su conversación incansable de todas las mañanas, previo a la salida, no dejó escapar esta vez ninguno de esos presagios.

Tan Grande como la Piedra es la historia de aquel día y de la Vuelta Ciclística a Cuba, uno de los eventos más queridos por el aficionado.

No pudo ser más grande que yo

“La Vuelta más importante de mi vida fue esa tercera, pues además de la Gran Piedra, lideré el premio de montaña”, recordó hace años el pedalista Manuel Sánchez.
Nunca se destacó en los remates de etapas, sin embargo, en el trabajo para el equipo no escatimó nada.

En ese aspecto señaló que todos aprendieron con la entrada de los europeos al giro. “Nos enseñaron también a correr con el aire de lado, a hacer bordillos y a romper los candados”, comentó.

En su memoria, el mejor recuerdo seguirá siendo aquel 7 de febrero de 1966, cuando, según su propia definición: “la Piedra no pudo ser más grande que yo.”

Aunque el clásico del pedal no se ha convocado más y por tanto este ascenso tampoco, sirva esta historia como fuente viva de un evento que supera el deporte por lo que representa socialmente para el país.