Para que el niño o niña tenga un desarrollo emotivo normal es necesario que aprenda a reír, que encuentre siempre a alguien con quien reírse, es decir, que le sirva de público.
La risa está asociada a la sonrisa, uno de los primeros actos de humanización del ser humano, el humor. Se dice que el bebé ríe al tercer mes de nacido ante algunos mimos, juegos, o en el encuentro con el adulto amado.
La risa del niño expresa placer y felicidad de vivir, de ser e interactuar con su familia. Igualmente es una expresión de vitalidad e indicador de buena salud.
El niño, para su desarrollo, requiere tanto del sueño y del alimento como de jugar, intercambiar ideas y sentimientos con otros niños y reír, siempre reír. Es bueno recordar que el gusto por el trabajo proviene del afán por el juego.
Un buen ejercicio
Investigaciones señalan que la risa es un ejercicio que moviliza la mayoría de los músculos del cuerpo. Actúa también sobre el eje respiratorio: dilatación de bronquios, aumento del volumen respiratorio.
Es, asimismo, un estimulante cardiovascular: baja la tensión arterial, disminuye el ritmo cardíaco y actúa, además, sobre el sistema neurovegetativo.
Si los padres no se ríen nunca con los hijos, si no les celebran sus ocurrencias y hasta las pequeñas travesuras que divierten a toda la familia, que no se asombren si estos crecen con una expresión triste, melancólicos, aburridos.
El niño que se educa rodeado de amor y alegría desarrolla una mayor confianza en sí mismo que será en el futuro la base de importantes cualidades de su personalidad. De ahí la importancia de estimular sus risas a través del juego y otros divertimentos.
La vida sonríe a quien le sonríe
Una infancia sana, alegre, garantiza, a su vez, una adolescencia y adultez adecuada y feliz, donde las grandes decisiones que la caracterizan, como la selección del futuro laboral y la elección de pareja, serán definitorias de un proyecto de vida en el cual, de manera muy directa e indirecta a la vez, vamos a reconocer nuestra propia obra.
De ahí que hay que preocuparse si la risa no ilumina a menudo el rostro infantil. Ello puede indicar algún trastorno de salud, o que presente una tendencia hacia la melancolía.
Pero antes de llegar a estas conclusiones, conviene preguntarse: ¿Sabe nuestro hijo expresarse a través de la risa? ¿Lo hemos invitado a reír cada vez que se ha presentado la ocasión? No olvidemos que la vida sonríe a quien le sonríe. ¿Por qué entonces NO enseñarle ese arte?