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Por: Sonia Rodríguez Alemañy

En estos tiempos difíciles, en los que coinciden diferentes crisis y fenómenos asociados al cambio climático, cobra mayor relevancia el logro de una verdadera armonía entre el hombre y la naturaleza.

Toda acción tiene su valor, hasta la más insignificante, si persigue el noble objetivo de preservar los recursos naturales.

En estos meses de verano, los cubanos disfrutan de sano esparcimiento y la asistencia se multiplica en parques, playas, ríos, bosques, zoológicos, acuarios, campismos y en otras áreas de recreación.

Pero, cuidado, los tesoros medioambientales constituyen patrimonios a conservar, tanto de la flora como de la fauna, máxime en este país de rica biodiversidad. Su disfrute es un derecho que va aparejado al deber ineludible de preservar las joyas de la naturaleza cubana.

El cuidado de las playas

Los jóvenes en grupo o la familia en general asisten, cada etapa veraniega, a refrescar del intenso calor con un chapuzón en nuestras playas.

La transparencia de las aguas que bañan la costa norte de la Isla, invitan a todos a penetrar en la inmensidad azul. La mayoría de la población cubana prefiere las playas y así ocurre cuando por la arena es casi imposible caminar.

En las del este de La Habana, en numerosas ocasiones, encontramos objetos que entorpecen el andar y también van en perjuicio de la limpieza del agua.

Sin embargo, muy cerca en la propia arena los cestos de basura parecen adornos intocables y no se les da su verdadero valor de uso.

Esa indisciplina social debe desaparecer y dar paso a la constante preservación de nuestras playas, en beneficio de todos.