Industrial y químico con 355 patentes en inventos, se recuerda más a Alfredo Bernhard Nobel por los premios que fundó que por sus propios méritos.
Nacido el 21 de octubre de 1833, de la autoría del sueco son, entre otros hallazgos, la dinamita, la gelatina explosiva, la pólvora sin humo y un método para la destilación continua del petróleo; entonces, merece por sí mismo un sitio en la historia de los pioneros.
Un año antes de morir, el 10 de diciembre de 1896, en San Remo, Italia, su gran fortuna la donó para crear los premios que llevan su apellido, acompañados de remuneración, y precisó que los de física y química los otorgara la Real Academia Sueca de Ciencias, de la que era miembro.
El apellido de Alfred Nobel lo llevan un asteroide, un cráter lunar y un elemento químico, el Nobelio.
Los cubanos y el Nobel
En 28 ocasiones han sido nominados cubanos en las categorías de Medicina, Literatura y Paz; sin embargo, nunca se les otorgó.
El primero, Carlos Juan Finlay, en 10 oportunidades para el de Medicina por el descubrimiento del agente transmisor de la fiebre amarilla; le siguió Arístides Agramonte, en cinco ocasiones para el de Medicina, cuatro de ellas junto a Finlay: el patólogo no dejó hurtar a los norteamericanos la gloria del sabio cubano.
La única mujer, traductora, investigadora y helenista, Laura Mestre Hevia para el de Literatura; eminente jurista internacional, Moisés Almeida-Vieites para el de la Paz; y el de más nominaciones en un mismo año, Antonio Sánchez de Bustamante, jurista del que un código lleva su nombre.
Alejo Carpentier fue nominado para el de Literatura; y los médicos cubanos de la brigada Henry Reeve por el de la Paz.