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Por Marilys Suárez Moreno

Si miramos a nuestro alrededor notaremos que la población cubana se vuelve vieja. En la casa, las calles, los parques, en todas partes andan nuestros ancianos deseosos de no perder el ritmo de vivir.

Todos envejecemos, ahora mismo nos hacemos mas viejos. Es un proceso natural y continuo que se inicia desde que nacemos. ¿Pero, por qué no pensar que con los años llegan otras oportunidades y experiencias y que aún resta un buen trecho por recorrer?

No hay razón para sentirse inútil e infeliz por envejecido que éste o se vea a sí mismo.

Como decía Cicerón, filósofo romano de la antigüedad, y uno de los primeros en denominar a este grupo etario como la tercera edad: Toda edad es pesada para aquellos en quien no hay ningún recurso en sí mismo para vivir bien y felizmente.

Cuba, país que envejece

Las estadísticas aseguran que para el 2030 habrá más ancianos que niños en Cuba, lo que significa que seremos una sociedad de adultos mayores.

Ello implica que el desvelo por las personas de edad debe orientarse no solo hacia la protección de la salud y la seguridad social, sino un entorno amistoso y solidario y la garantía de condiciones adecuadas a sus limitaciones.

Duele ver a ancianos y personas desvalidas, por ejemplo, haciendo colas de horas en los bancos, estresados, bajo el sol, de pie. No pocos sufren caídas, bajones de azúcar o fatigas en esas esperas.

La longevidad ha sido una gran aspiración del género humano, aunque, contradictoriamente, nadie quiere ser viejo. Si bien la senectud es un proceso natural que se inicia desde que se nace.

La vejez llega rápido

Hoy día se requiere un contexto social y los mecanismos necesarios que faciliten una atención y cuidados más directos a aquellos que por sus condiciones físicas y psíquicas o por carecer de amparo filial lo demanden.

Es un desafío que debe de ir acompañado de políticas sociales que los beneficien. Hogares de ancianos, Casas del Abuelo, comedores sociales.

Si, ya sabemos que la situación económica que vive el país limita estas políticas y otras muchas, como la prestación de ciertos servicios y otros que los prioricen, pero que de ninguna manera deben obviarse o justificarse y que, en conjunto, llaman al reconocimiento merecido hacia el adulto mayor en una edad en la que tienden a la dependencia.

La vejez llega rápido y no hace distingos.