La Habana, Cuba. – Los últimos 39 días de su vida marcaron el apogeo de la relativamente breve existencia de José Martí.
El desembarco por Playita, el subir y bajar las montañas orientales, la conversación con los combatientes viejos y nuevos, la estancia en los campamentos improvisados, la aplicación de la justicia mambisa a tres acusados de bandidaje, el debate de ideas con Antonio Maceo y la muerte a caballo empuñando su arma, llenaron su espíritu de felicidad por su realización plena como hombre y patriota.
Yerran quienes opinan que la manigua no era su lugar, y que buscó la muerte como suicida. Aquellas cinco semanas fueron el objeto de toda su vida.
Para ello trabajó siempre, desde la precoz adolescencia hasta la madurez como líder de su pueblo. Su cuerpo maltrecho le causó dolores que venció tenazmente; sufrió incomprensiones; pero fue feliz porque marchaba su obra mayor.
Las páginas del mambí
Desde que embarcó en Montecristi hacia la patria, José Martí volcó su alma en su diario; quizás sus mejores páginas como escritor a pesar de las incómodas condiciones en que las escribió.
Solo su alegría, su realización plena explican ese extraordinario diálogo consigo mismo en aquellas hojas salvadas por Máximo Gómez. Desembarca y escribe: Salto, y añade: Dicha grande.
El 14 de abril, al encontrarse con la partida mambisa que los buscaban, señala: Día mambí. Y ya en el campamento, muestra su contentura: Hablo. Desfile, alegría, cocina, grupos.
El día 18 se extasía y dialoga con la naturaleza, la suya, la de su Cuba: La noche bella no deja dormir. En el río Contramaestre se baña y siente la caricia del agua que corre, la seda del agua.
Las frases cortas, las imágenes insólitas, la descripción vívida le brotan naturalmente y dan esa vida nueva que anheló desde el terrible presidio.
Político mambí
Si José Martí había convocado a la pelea; si había repetido que era “necesaria” porque la metrópoli no dejaba otra salida; si advirtió tempranamente que se debía impedir la expansión de Estados Unidos por Nuestra América; si las armas deberían conducir a una república de paz y trabajo, de justicia social, para el bien de todos, entonces la patria en guerra era su lógico puesto.
Montó a caballo el 19 de mayo, siguiendo al General en Jefe porque él, como Delegado del Partido Revolucionario Cubano, había firmado la Orden de Alzamiento; porque iba hacia Camagüey a organizar el gobierno mambí; porque se lo exigían su responsabilidad y su honor; porque Gómez en junta de jefes le habían otorgado el grado de mayor general.
Otro poeta, al saber su muerte, preguntó: Maestro, ¿qué has hecho?. A ese reproche implícito Martí hubiera respondido escuetamente: Mi deber de mambí.