Por: Pedro Pablo Rodríguez

La Habana, Cuba. – Hijo de españoles, sin ascendencia alguna de los que hoy llamamos pueblos originarios del continente, el Maestro se identificó de tal modo con ellos, que escribió: ¡Se viene de padre de Valencia y de madre de Canarias, y se siente correr por las venas la sangre enardecida de Tamanaco y Paracamoni, y se ve como propia la que vertieron por las breñas del cerro Calvario, pecho a pecho con los Gonzalos de férrea armadura, los desnudos y heroicos caracas!

De modo consciente, Martí se declaró heredero, descendiente de aquellos caracas que pelearon hasta la muerte frente a los conquistadores, mejor armados y con sus cuerpos protegidos.

No es sorprendente esta emotiva filiación martiana con aquellos que defendieron su tierra, su pueblo y su cultura, propósito bien cercano a quien, como él, quería la libertad de su patria y la acción unida de nuestra América para evitar la dominación del norte.

Martí ante el indio real

José Martí tuvo cierta idea sobre los pueblos originarios desde su infancia, ya que los escritores siboneyistas movieron los sentimientos de sus lectores hacia los primeros pobladores de las Antillas, y algunos estudiosos habían publicado valiosos estudios sobre el tema.

Pero fue en México donde encontró a esos pueblos vivos y actuantes, sosteniendo sus culturas propias. Allí, sin embargo, le pareció que aquellos se mostraban serviles, y aunque no estuvo muy alejado de las concepciones liberales de entonces de educar a los indios para la vida moderna, a su juicio, no bastaba, era necesario abrirles fuentes de trabajo.

Sus visitas a las antiguas construcciones mexicas y a los restos de las ciudades mayas prehispánicas en Yucatán y  Guatemala le indicaron el alto grado de desarrollo de aquellas civilizaciones.

Por eso proclamó que las repúblicas de la región debían reconquistar esa alma original.

América se salvará con sus indios

En su madurez, Martí escribió en el ensayo Nuestra América que la región habría de salvarse “con sus indios”, al igual que con sus negros y campesinos, los cuales consideraba preteridos por las repúblicas criollas.

Ya entonces no critica el comportamiento de subsistencia de los indios e insiste en el valor de su originalidad para la resistencia y avance de nuestros pueblos. Mito, poesía y pensamiento se fundían para Martí en la espiritualidad de aquellas culturas, consideradas por él de importancia capital para la autoctonía de identidad de las nuevas naciones.

Hasta al hablar de los indios de Norteamérica se admiró de su sentido artístico y criticó sin desmayo el despojo de sus tierras en Estados Unidos.

Para él, el indio era imprescindible en ese futuro de avances y desarrollo de nuestros pueblos. Así lo dijo: O América sale con su indio, o no sale.

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