Compartir

La Habana, Cuba. – Bajo un criterio generalizado, los especialistas reconocen que el alcoholismo es una enfermedad familiar, pues afecta al resto de los parientes con sentimientos de vergüenza, confusión, culpa, peleas, desconfianza y aislamiento.

Y aunque sea tan obvio para las demás personas, el alcohólico no se da cuenta de su problema porque en él ocurre un proceso mental de negación, uno de los síntomas más claros de la dependencia de sustancias.

El criterio para saber si se trata de una adicción es que la persona conozca que el alcohol tiene repercusiones negativas en su vida y, aun así, continúe consumiendo. Además, por mucho que quiera abandonar el hábito, el enfermo no puede parar de consumirla.

Pero, ¿cómo actuar cuando un familiar tiene problemas con el alcohol? Lo primero es no culpabilizar a otros ni culpabilizarse, pues esos sentimientos dificultan el poder ayudar.

Enfermedad con tratamiento

El alcoholismo no sucede de repente, es una enfermedad progresiva cuyo origen puede remontarse al momento en que el consumo de alcohol se hace habitual y empiezan a surgir problemas de relación social.

Dejar que el alcohólico “toque fondo” para que sea consciente de su estado y se motive a buscar tratamiento médico no es la solución.

A un enfermo no se le ayuda callando, mintiendo sobre su consumo de alcohol, u ocupándose de sus responsabilidades. Aunque en el sentido estricto de la palabra, el alcoholismo no tiene cura, sí existen tratamientos efectivos que combinan técnicas médicas y psicológicas.

Se puede ayudar a un enfermo alcohólico si lo desea, pero no se pueden hacer las cosas por él, ya que realizar correctamente el tratamiento será su responsabilidad.