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Por: Joel García

Granma, Cuba. – Se levantó de la silla, perdió la postura de pierna cruzada que lo ha eternizado en el banco de Granma por 32 Series Nacionales. Saltó de emoción contenida tras el batazo decisivo de Guillermo García al bosque derecho.

Se abrazó primero con Ciro Silvino Licea, luego con el resto de su cuerpo de dirección y salió caminando lentamente hacia el terreno. Granma era de nuevo campeón.

Carlos Martí Santos bajó la vista y alguien advirtió que estaba sollozando. ¿Quién ha dicho que el béisbol no hace llorar? Se acomodó la gorra, ajustó el nasobuco y el improvisado encuentro con los periodistas fue más fugaz que las dos veces anteriores cuando disfrutó el primer y segundo título.

Tenía muchas cosas que decir, pero sentía el pecho apretado y estaba emocionado. Pocas veces habíamos visto lágrimas en el rostro arrugado y sabio del mánager más exitoso en nuestras temporadas.

Sencillez, consagración y entrega

Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate

El profesor Carlos Martí que ha cargado en silencio por más de tres décadas reveses, injusticias y no pocas insatisfacciones que dejan siempre la función de director de un equipo de béisbol.

¿Qué diferencia hay entre este título y los dos anteriores?, le preguntamos. Otra vez los ojos achinaron y abrieron a las lágrimas. “Todos son buenos, la diferencia es que creo es hora de que venga otro a dirigir. Los años te van cayendo y a veces hay que pensar en el retiro.

Sería lo mejor, pero no lo decido yo, dependo de las autoridades”, fue la respuesta ahogada entre la nostalgia y la felicidad, la dialéctica y el deseo verdadero, el lógico cansancio y el real sentido que le imprimió desde joven a su vida.

A pesar de que quedaban más preguntas en el tintero, una frase cerró sin querer el diálogo que no buscaba primicias, sino sentimientos. “Lloro de alegría y tristeza”.