La Habana, Cuba. – Conocida y utilizada por los chinos hace más de mil años, la brújula, instrumento que nos sirve para orientarnos, es sencillamente una aguja imantada que responde al campo magnético de la Tierra.

En teoría, su función es medir ángulos horizontales con respecto a la línea magnética en que nos encontremos. Apunta siempre al Norte gracias al magnetismo, el cual es la fuerza que hacen los imanes, o sea, la atracción y repulsión que se producen dentro de sus átomos, fenómeno que muchas veces está relacionado con la electricidad.

El campo magnético de un imán es toda la zona donde este actúa sobre los otros objetos, bien acercándolos o bien alejándolos.

Todos los imanes tienen una parte positiva y una parte negativa. Los polos del mismo signo se repelen, mientras los de signos diferentes de dos imanes se atraen e intentan siempre estar lo más juntos posibles.

La Tierra, nuestro imán

El planeta Tierra es un inmenso imán encima del cual vivimos, aunque no tiene demasiada fuerza.

Los polos magnéticos casi coinciden con los geográficos, es decir, que el Polo Norte de la Tierra está muy cerca de su polo negativo, y lo mismo pasa con el Polo Sur y el polo positivo.

Como ya tenemos un imán, o sea, la Tierra, si ahora conseguimos otro se cumplirá lo explicado en el escrito anterior, de que los polos distintos intentan estar lo más cerca posible. La brújula es ese otro pequeño imán permanente en forma de aguja, que tiene un polo positivo que se intenta acercar todo lo que puede al polo negativo de la Tierra, en el Polo Norte.

Por eso la parte de la aguja pintada de verde, que es el polo positivo de la brújula, siempre apunta al Norte.