La Habana, Cuba. – El poeta Antonio Machado reflexionaba que no hay nada tan serio en el mundo como la primera paletada de tierra sobre un sarcófago.
Pero yo les juro por lo más sagrado que en esta Antilla Mayor se trata con menos solemnidad a la tétrica Atrópos, la Parca Inexorable, encargada de cortar el hilo de nuestras vidas.
No hay que ser perito en psicología ni enterado sociólogo para saber que, en el diálogo habitual del cubano, La Muerte sencillamente no existe.
¿Un ejemplo? Pues ahí tenemos al dúo musical Los Compadres, tirando “a mondongo”, como se dice en “cubiche”, al personaje tenebroso:
La Muerte me anda buscando
pa´ llevarme al cementerio
y cuando me vea tan serio
me dirá que eso es jugando.
El poeta castellano Jorge Manrique en Cuba
Aquí a La Muerte hasta se le reta, como en estos versos:
Yo no le temo a La Muerte
y así la impetré en el valle:
sin el permiso de Dios
La Muerte no mata a nadie.
Yo temo más a la gente
que va por la vida hablando,
sembrando envidia en la mente
que la ilusión va matando
El poeta castellano Jorge Manrique meditaba sobre La Igualitaria, la que mete tabla rasa.
Cinco y medio siglos después, ese mago del son que fue El Guayabero retomó el asunto:
Es la vida un tren expreso
que recorre leguas miles,
el tiempo son los raíles
y el tren no tiene regreso.
En él embarcan por eso
el nuevo, el viejo y el serio,
el vivo, el del ministerio,
y el tren a todos complace
y en la parada que hace
los deja en el cementerio
La Parca, también la jerga
Claro, por el habla popular cubana vagará la entidad sombría, a menudo tratada con bastante irreverencia.
Vaya una muestra. Morirse es, según inspiración deportiva, “colgar los tennis” o “guindar el mascotín”, pero también halla equivalentes en “darle la patá a la yagua”, “darse de baja de la libreta”, “ñampiarse” (que es voz africana) y “mudarse pa`Zapata y doce”, dirección del habanero Cementerio de Colón.
De quien agoniza, se afirma que está “en el pico del aura”, “al borde de la piragua” o “pidiendo pista a torre de control”.
En pocas palabras: acá, por la mayor de las Antillas, de La Cierta se habla con el mismo tono de chanza con la cual el cubano, para su buena fortuna, toma casi todo lo que sucede debajo de la bóveda celeste.