La Habana, Cuba. – En un recordado cuento de Onelio Jorge Cardoso, la muerte no logra alcanzar a la anciana Francisca.

La mujer va de un lado a otro sin dejar de trabajar y ayudando a todos. Tanta vida y esfuerzo a la larga derrotan a la Parca, impotente ante el actuar de alguien que comparte lo que tiene. Y justamente eso es lo que ha hecho la Salud Pública cubana desde hace más de 60 años.

Como la Francisco del cuento, nuestros médicos han ofrecido su esfuerzo solidario por casi toda la geografía mundial. Y aunque la cooperación sanitaria cubana viene de lejos, ahora, cuando vivimos una mortal pandemia global, se acrecentó la presencia de unos médicos, cuya formación y voluntad de servicio se resalta en dondequiera que han ido.

Pero nada de eso se obtiene de la noche a la mañana, sino que ha sido un largo camino de preparación de especialistas.

Para Cuba y el mundo

Casi desde el triunfo mismo de la revolución, Fidel impulsó un programa de desarrollo de la Salud Pública bajo la premisa de que se necesita tener una población saludable para construir un mundo diferente.

Además, sabía de las necesidades sanitarias del llamado Tercer Mundo y que Cuba podría ser la tabla de salvación de esas naciones empobrecidas y preteridas, tras el proceso post-colonial. De esa manera, nuestro país fue formando poco a poco lo que en la actualidad conocemos como el Ejército de Batas Blancas, un gigantesco cuerpo sanitario que ha combatido con éxito en múltiples escenarios.

Ellos, nuestros médicos, son la confirmación de la desinteresada solidaridad cubana y como la mítica Francisca del cuento, son hombres y mujeres que con Fidel aprendieron a espantar a la muerte.

Etiquetas: - - -