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La Habana, Cuba. – Mujeres, bodegones con flores y frutas cubanas, paisajes, naturalezas muertas: toda esta variada gama de temas brotó del pincel de una de las más grandes pintoras cubanas: Amelia Peláez.

Esta espirituana radicada en La Habana desde comienzos del siglo XX, estudió en la Academia San Alejandro y fue alumna predilecta del maestro Leopoldo Romañach, otra relevante figura de nuestras artes plásticas.

Amelia realizó su primera exposición en 1924, y tres años más tarde viajó a Europa y vivió durante algún tiempo en París, donde continuó estudiando.

A su regreso a Cuba en 1934, la autora de La costureram Las dos hermanas  y otras renombradas obras convirtió en taller su casa del reparto la Víbora. La artista también tuvo una activa participación en el movimiento de los artistas cubanos modernos.

Inauguró lo cubano en la pintura

El estilo único y personal de Amelia Peláez no solo está presente en su labor pictórica, sino también en sus trabajos en cerámica, a los que se dedicó intensamente durante doce años.

Los asistentes a las Bienales de Sao Paulo y Venecia celebradas en ese período, pudieron apreciar varias de las piezas surgidas de sus creativas manos.

La pintura de murales también fue otra de las facetas de su arte. Uno de ellos sigue suscitando la admiración de quienes transitan por la Rampa capitalina o sus alrededores: el situado en la fachada del hotel Habana Libre, realizado en 1957.

En el Museo Nacional de Bellas Artes de Cuba se exponen varias obras de Amelia Peláez, fallecida el 8 de abril de 1968, y de quien bien puede decirse que inauguró lo cubano en la pintura.