La Habana, Cuba. – Mucho antes del triunfo de la Revolución liderada por Fidel, Estados Unidos recetó para Cuba una política de Estado de carácter anexionista. Conocida como la de la fruta madura, devino embrión del bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por Washington desde hace más de 60 años.

En 1898, Estados Unidos intervino en la Guerra con España; una vez derrotada esta, asumió la gobernación de la Isla, y más tarde introdujo la Enmienda Platt para legalizar su ingerencia.

Durante más de 50 años sometió a nuestro pueblo a una diabólica y supuesta soberanía que vio su fin en enero de 1959 con el derrocamiento de la dictadura de Batista al servicio del norte. Inconforme con su derrota, la Casa Blanca no tardó en concebir una drástica medida con la esperanza de hacer suya la pequeña isla del Caribe.

Frente a un pueblo de Titanes

Queremos un mundo sin crueles bloqueos que matan a hombres mujeres y niños, jóvenes y ancianos, como bombas atómicas silenciosas, sentenció Fidel en la ONU en Septiembre de 1995.

Con esas palabras resumió los objetivos de Estados Unidos con la coercitiva medida que ha impuesto a Cuba en contravención con los Derechos Internacionales de la Carta de Naciones Unidas.

Whashington ha pretendido acabar con la Revolución y apoderarse de la Isla. Con el criminal cerco ha intentado rendir por hambre y enfermedades a nuestro aguerrido pueblo sin tener en cuenta que somos dignos herederos de la estirpe de Antonio Maceo.

Olvidan aquel axioma que engrandeció al Titán de Bronce frente a las huestes españolas: El que intente apropiarse de Cuba solo recogerá el polvo de su suelo anegado en sangre, si no perece en la lucha.

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