Por: Joel García
La Habana, Cuba. – Si una medalla se daba entre las más seguras de la delegación cubana en los pasados Juegos Olímpicos de Tokio era la del púgil matancero Andy Cruz, quien cerró el domingo 8 de agosto la cosecha dorada del boxeo.
Subir sobre el ring para tirar golpes con el arte preciso y la esquiva puntual es el ABC del boxeo.
Pero si hablamos de un boxeador que lo hace además con estilo propio, siempre relajado y hasta con coreografía de baile tras cada victoria, pocos dudarán en identificar que nos referimos a Andy Cruz.
En el ciclo deportivo que concluye alargado en esa capital nipona lo ganó todo a nivel regional, panamericano y mundial. Solo le quedaba el más preciado: el olímpico, conseguido en el cierre de la lid, con victoria sobre el conocido estadounidense Davis Keyshawn, a solo 4 días de cumplir el cubano 26 años.
Confesiones de un campeón
“El sueño de todo atleta y no soy la excepción, es coronarse campeón olímpico, me sentía muy bien preparado para aportar ese granito de felicidad que el pueblo esperaba”, dijo Andy Cruz tras convertirse en el séptimo monarca de la delegación cubana en los pasados Juegos de Tokio.
Conocía a todos mis contrarios, aunque siempre sale alguien nuevo. No me preparé para ninguno en especial, sino que me fui acoplando pelea a pelea para acceder a la final.
Tuve buenos rivales, por eso si muchos dieron el 100 por ciento, yo tuve que dar el 200, reconoció el púgil matancero.
Acerca de cuánto le afectó al equipo el poco roce internacional, Andy explicó que a pesar de no tener muchos combates como en otros años, la Covid-19 los mantuvo unidos desde agosto del pasado año y pudieron hacer una preparación intensa, y súper buena.