En la tribuna de las Naciones Unidas Fidel lo anunció al mundo. Ya el mismo año del enero triunfante se habían dado los primeros pasos en cumplimiento del Programa del Moncada.

Fueron los primeros hitos de esa gran epopeya que nos involucró a todos. Sin apenas recursos, pero con el empeño de enseñar a los que no sabían, más de 200 mil personas, jóvenes en su mayoría, se integraron al Ejército Alfabetizador.

Para quienes vivieron aquellos días de mil 961, el tiempo transcurrido no sorprende al recuerdo, porque éste tiene su manera de perpetuarse y de hacerse historia.

Enseñar a leer y escribir a un millón de cubanos en un periodo de un año, combatir la ignorancia, devino la más hermosa y humana de las misiones.

Diciembre para el recuerdo

Las brigadas “Conrado Benítez” representaron la punta de lanza juvenil de esta gran obra educacional. A ella no sólo aportaron largos meses de trabajo y sudor alejados de los suyos, sino también su sangre.

Uno de ellos, Manuel Ascunce Doménech, fue brutalmente asesinado por bandidos contrarrevolucionarios pagados por la CIA.

El 22 de diciembre de ese año 61, en la Plaza de la Revolución, los miles de jóvenes que integraban las brigadas alfabetizadoras, cumplido el compromiso hecho ante Fidel, demandaban nuevas tareas.

De aquel esfuerzo admirable emergió una nueva concepción en la pedagogía cubana, hoy ejemplo para el mundo. El método “Yo sí puedo”, diseñado por Cuba para enseñar a millones de iletrados en el orbe, tuvo su simiente en aquella Campaña de Alfabetización.