La Habana, Cuba. – Para utilizar más la luz diurna los relojes se adelantan una hora a inicios de la primavera y se regresan a la normalidad en otoño, iniciando y concluyendo así el horario de verano.

Civilizaciones antiguas como la egipcia, la romana y la mesopotámica ajustaban sus horarios al sol, dividiendo el tiempo de luz en 12 horas de igual duración para hacer más largos los días en el verano.

En la modernidad, la idea fue propuesta en 1784 por Benjamin Franklin, quien durante su servicio como diplomático en Francia comprobó que los parisinos ahorraban velas levantándose muy temprano y empleando más la luz solar.

Años después el constructor inglés William Willett también lo razonaría, pero no fue hasta abril de 1916, en medio de la Primera Guerra Mundial, que Alemania empleó el horario de verano para ahorrar carbón.

Días largos para ahorrar energía

Los cambios de hora se emplean en todo el mundo y se programan en una noche de fin de semana para atenuar desorganizaciones.

En Cuba se estableció por primera vez en 1928, y luego del triunfo de la Revolución siguió aplicándose el cambio de horario dos veces al año, lo que permite adaptar las actividades de los cubanos al ciclo de luz solar.

Con la aplicación de esa medida se evita encender más las luces en el hogar coincidiendo con el momento de cocción de alimentos, lo que disminuye la demanda eléctrica en el horario pico.

El próximo domingo, 5 de noviembre, corresponde cesar el horario de verano establecido en el mes de marzo. A la una ante meridiano del referido día se deberán atrasar una hora las manecillas de los relojes, con lo cual quedará restituido el horario normal en toda Cuba.