“Reloj me conquistó para siempre”, dice Osvaldo Rodríguez, quien fuera director de la emisora. Foto Sissy Rodríguez Piqueras

El buque Taino era un columpio sobre las olas del Golfo de México. Una tormenta sacudía el barco cargado con jóvenes que en 1992 reditaban la travesía desde Tuxpan hasta Las Coloradas.  Las olas barrían la cubierta y los inexpertos pasajeros eran presa del temor. De pronto, en los altavoces de la nave se escuchó un lejano tic tac y una voz conocida que decía: “Radio Reloj, dos y quince minutos…”.  No se avistaban aún las costas de Cuba, pero la gritería acalló a los locutores y volvió la calma a los corazones.

“Estábamos llegando a casa”, dice el periodista Osvaldo Rodríguez Martínez, quien viajaba en el Taíno sin imaginar que unos años después sería el director de aquella emisora a la que se aferraron todos como a un singular salvavidas.

Durante cinco años, desde finales de 1996 hasta 2001, dio un salto casi mortal en la profesión para pasar de subdirector de Radio Rebelde, una emisora con todos los recursos del manual radial, a dirigir en Radio Reloj, una planta que al no cumplir los cánones clásicos del medio, no tiene igual en el mundo.

Hoy, cuando se desempeña como corresponsal de la agencia Prensa Latina en Panamá, rememora con cierta añoranza y mucho orgullo sus días al frente de la emisora.

“Lo primero que pensé: ¡Qué aburrido debe ser trabajar como operador de sonido en Reloj¡ Para sorpresa mía, cuando visité por primera vez la emisora, observé que no había. Otra idea que tenía es que la madrugada era grabada, pero no entendía cómo lograban ofrecer la hora exacta”, recuerda.

Aunque admite el sacrificio que significa estar al aire en vivo 24 horas, “llueva, truene o relampaguee”, acepta que el primer empeño fue trabajar para sostener la proverbial inmediatez de una planta que no puede recurrir al uso de las grabaciones de voz como recurso radial.

De conjunto con el ya desaparecido técnico Mario “Mayito” Martínez, gestionó la recepción en la emisora de las señales de todas las coberturas en vivo de la cadena nacional de radio y de las transmisiones remotas de la televisión.

“La respuesta positiva nos permitió entonces aplicar una inmediatez extraordinaria, pues con las viejas máquinas de escribir y la escucha de los eventos en vivo, nos permitieron coberturas desde la redacción con una o dos personas, mientras el periodista que estaba in situ, debía buscar aquello que no se trasmitía”, explica.

De manera paralela, en la redacción de Reloj se inició el uso de los canales de televisión que tiene el servicio interno del ICRT para hacer lo mismo con lo que ocurría en el mundo, incluso anticipándose a las agencias internacionales de noticias.

“Cambié mis hábitos de vida. La noticia y darla de inmediato se convirtió en mi obsesión”, subraya entre risas al recordar además que escuchar Reloj dejó de ser para él el común interés de informarse o saber la hora, para convertirse en un ejercicio cotidiano de escudriñar posibles omisiones o errores.

“De lo que se trataba era de buscar la perfección y luchar por convertirnos cada vez más en una opción informativa imprescindible”, apunta.

Para quienes trabajamos junto a Osvaldo, era motivo de admiración saber que en su oficina siempre se escuchaban las transmisiones de Reloj, al mismo tiempo que tenía sintonizado un televisor con algún canal internacional de noticias y revisaba en la computadora el programa concentrador de informaciones. Todo lo monitoreaba a nivel subconsciente, en una especial manera de estar al tanto de la actualidad noticiosa mundial y nacional.

Uno de sus méritos fue darle entrada a Radio Reloj en el mundo digital, algo que ocurrió en paralelo con la presentación de la Demanda del Pueblo Cubano y el inicio de la Batalla de Ideas.

“No fue fácil convencer a algunos que era mejor una computadora que una máquina de escribir, y es simpático ahora recordar que debí mandar a esconder las viejas Robotron, porque algunos se resistían a perder el miedo a la computadora”.

No obstante, reconoce que su mayor aporte fue “aprovechar el medio siglo de la emisora para elevar la autoestima del colectivo, cuyo sentido de pertenencia resulta impresionante generación tras generación, a tal punto, que inventaron el “espíritu relojero”, una suerte de mística que convierte en familia a los compañeros de trabajo”.

Una larga experiencia periodística, que incluye el paso por disímiles medios, le permite ahora evaluar a Reloj como un canal de información continua que con las mismas reglas de hace 70 años, mantiene una comunicación preferente con los oyentes, a pesar del surgimiento de otros medios electrónicos y frente al reto del mundo digital, que puso en jaque a la prensa tradicional.

Osvaldo no piensa en la desaparición de la emisora ante el nuevo escenario informativo originado por las nuevas tecnologías. “Si alguien es capaz de crear en las redes sociales un canal de información continua con actualización inmediata, confiabilidad de las fuentes y que en pocas palabras traslade la noticia de Cuba y el mundo, y que como valor agregado ofrezca la hora cada minuto; además, que permita ser escuchado por el que maneja, el que está caminando por la calle, viaja en algún medio de transporte o está sentado en su casa: entonces el Radio Reloj que conocemos habría desaparecido.

Pero… estaríamos ante el hijo digital de Radio Reloj: pura nueva envoltura”.

“Reloj me conquistó para siempre”, subraya hoy desde la lejanía este hombre al que hace un cuarto de siglo, en un momento de peligro y zozobra, dos de nuestros locutores le anunciaron que estaba llegando seguro a casa.

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