El béisbol cubano sigue siendo un relato ágil y vivo, habitado por guerreros de pulso firme y pasiones desatadas. Sus protagonistas tienen rostros e historias, que el pueblo venera, critica y custodia.
Desde hace un buen tiempo, el sacrificio ha sido una de las recetas de la pelota nacional para sobreponerse a ciertos males que la afiebran.
Atletas, aficionados y el resto del tejido social que la acompaña, se conjura a diario para desde sus disímiles posturas enraizarla más aún como Patrimonio Sociocultural.
Es cierto que en eventos internacionales el béisbol cubano continúa siendo fallido aspirante a la gloria, sin embargo, la capacidad que tiene para alimentarnos de pasión, dudas y obligación, ratifica que conserva su vital fuego, gane o pierda.
Cuestión moral y absoluta
Para entender al béisbol de esta Isla, debemos explorar los caminos donde vida, cultura y sociedad lo hicieron florecer. De esos matices emergerá el conocimiento necesario para comprender esas tormentas espirituales que lo sacuden, e impulsan a defenderlo.
La pelota nacional jamás irá a la deriva, tampoco quedará huérfana de admiración y respeto.
Con sus triunfos y derrotas ha forjado su personalidad, sus puntos fuertes y flaquezas, para seguir dirigiendo el curso de una porción de nuestras vidas.
Muchas naciones se identifican con relatos y leyendas que de forma misteriosa, felizmente se han enraizado en su idiosincrasia. Cuba es una de ellas, uno de sus tesoros se llama béisbol, y debe defenderse como cuestión moral y absoluta.