La Habana, Cuba. – Rosita Fornés supo ganarse el derecho a la inmortalidad, porque trascendió con la grandeza de su arte y su corazón. Aunque nació en Nueva York, de padres españoles, afincó bien fuerte sus raíces en Cuba y por expresa voluntad, en su patria reposará.

Tras el anuncio del fallecimiento de la actriz y cantante se han multiplicado por los medios de comunicación y las redes sociales imágenes con momentos de su impresionante trayectoria artística iniciada siendo apenas una adolescente, en un programa radial descubridor de talentos.

Mujer hermosa y carismática, deslumbró con el poderío de su arte, probado en los más disímiles escenarios.

Rosita sigue siendo la vedette de Cuba, que es decir su artista más integral, la más completa. Su versatilidad le permitió triunfar en la opereta, la zarzuela, la comedia ligera, el drama clásico, la revista musical, el cabaret, la radio, la televisión, el cine.

Dueña de la escena

Rosita Fornés dejó una admirada estela de actuaciones en México, sobre todo en el cine. Y también en Estados Unidos y en España. Pero fue en Cuba donde desplegó su amplísimo registro artístico.

Ahora que se le recuerda como uno de los referentes imprescindibles de la cultura nacional, unos la evocan en La viuda alegre, La revoltosa o Hello, Dolly; otros, en sus memorables interpretaciones de la Balada para un loco, Siboney o El comediante; algunos, en obras teatrales como Confesión en el barrio chino.

Irradió además las cualidades de los grandes: sencillez, generosidad, disciplina, máximo respeto hacia su profesión y hacia su pueblo. Ése que ahora despide con la más sentida de las ovaciones a uno de sus mitos más queridos, a una Rosa que floreció en esta tierra y será por siempre inmarchitable.

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