La habana, Cuba. – Es pertinente valorar cómo la digitalización está cambiando la vida de nuestros niños. Con los medios digitales, la internet y las tecnologías de la información y la comunicación, se han transfigurado los hábitos de consumo cultural de muchos infantes y hasta los modos en que socializan y construyen nuevas amistades.

Eso no es nuevo, ya se ha dicho más de una vez. Pero si algo se ha transformado de manera notable son las rutinas de juegos y los modos en que transcurre el tiempo libre, pues ahora a muchos de ellos, con el fin de entretener y enseñar, se les proporcionan videos, educativos unos, no tan educativos otros.

Y no siempre esa propuesta de contenidos está sometida a una mirada crítica por los padres, teniendo en cuenta las posibles consecuencias a mediano y largo plazos. De ahí que ciertos episodios acaben generando agresividad, depresión, sedentarismo y ansiedad.

Sin extremismos ni excesiva confianza

Cabría preguntarse cuánto ocupa y preocupa realmente a los padres que sus hijos se dispongan a la tecnología. Sí, porque hay un aspecto inherente a esta que muchas veces se descuida. Y tiene que ver con la conquista de cada medio o soporte a nivel social, y las interpretaciones que se hacen de ellos en cada momento.

Si hacemos un somero sondeo sobre las inquietudes de padres y tutores en torno al impacto de la tecnología en el bienestar de sus pequeños, el asunto no resulta nada nuevo. Por ejemplo, a la radio se le achacó en sus inicios que provocaba falta de sueño. A la televisión se le acusó de propiciar el aislamiento social. Y así sucesivamente.

Entonces la lección está clara: No se trata de proscribir las preocupaciones, lo importante es ponerlas en contexto y analizarlas particularmente, sin extremismos pero sin excesiva confianza.

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