La Habana, Cuba. – La obra “Cien figuras de la ciencia en Cuba”, elaborada por un colectivo de autores coordinados por Rolando García Blanco, fue editada por la Editorial científico técnica y se ha publicado en dos ocasiones, en el año 2002 y 2016.

En el volumen aparecen reseñas biográficas de cien personalidades relevantes, ya fallecidas, que nacieron en la Isla o dedicaron su vida a investigaciones realizadas en el país. Los perfiles están acompañados de un panorama de la historia de la ciencia cubana, desde sus orígenes hasta el comienzo de la década del 2000.

Libros como el que hoy reseño son imprescindibles, pero no solo para homenajear a los héroes de la ciencia cubana, sino porque permiten conocer el desarrollo nacional en el contexto de los avances internacionales de la ciencia. Lamentablemente, dentro de los cien biografiados, solo aparecen dos mujeres, algo imperdonable en una obra de este tipo. Por esa misma razón resulta más inexplicable aun, que la impresión realizada en el año 2016 no se le incorporaran nuevas figuras como la Dra. Rosa Elena Simeón Negrín, quien fuera una de las impulsoras del desarrollo científico del país y ministra del sector.

Otra crítica al texto es que existe una desproporción demasiado marcada entre las personalidades dedicadas a las ciencias de la vida y otras ramas del conocimiento. Por ejemplo, las ingenierías están muy poco representadas y la computación brilla por su ausencia, aunque Cuba fue el segundo país de América en construir una computadora con tecnología propia.

En el volumen destaca por su excelente prólogo redactado por el Dr. Ismael Clark Arxer, quien fuera presidente de la Academia de Ciencias de Cuba, y el hecho de que cada síntesis biográfica cuenta con bibliografía activa y pasiva.

En esta selecta guía encontramos a los protagonistas de hechos como: la instalación del telégrafo en 1853, el primer cable submarino entre Cuba y la Florida en 1867, el servicio telefónico de La Habana a partir de 1881, la inauguración del alumbrado eléctrico en 1889 y la creación del Instituto de Investigaciones Químicas en 1848. Puede afirmarse que, desde José Martín Félix de Arrate Acosta, nacido en La Habana el 14 de enero de 1701; hasta Dario Guitart Manday, nacido en Santiago de Cuba el 7 de febrero de 1927, quedan plasmados, en un orden alfabético que acaso hubiese yo preferido cronológico, algunos de los principales hitos de la ciencia cubana.

Dar a conocer la obra de estos hombres y mujeres de ciencia, ayuda a que niños y jóvenes deseen seguir sus pasos, y pudiera ser el punto de partida para la elaboración y publicación de biografías más extensas de cada uno de ellos; ojalá que la Editorial científico-técnica tome el batón en esa tarea. Este es un libro que no debe faltar en la biblioteca personal de profesores, periodistas y otras personas dedicadas a las ciencias. Espero que su lectura, les sea de provecho.