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La Habana, Cuba. – La historia evolutiva de cada población, especie o subespecie, no importa si se trata de un minúsculo musgo o una majestuosa ceiba, de un invisible protozoo o de una gigantesca ballena azul, es única e irrepetible. Su desaparición con independencia de las causas que la originen, representa una pérdida irreparable para la naturaleza.

Hace muy poco tiempo Cuba sufrió la mayor catástrofe tecnológica de su historia, el incendio en la base de supertanqueros de Matanzas. Las imágenes de los bomberos y rescatistas luchando contra las llamas recorrieron el mundo. Mientras ese cataclismo transcurría, se difundieron imágenes de algunos de esos hombres y mujeres rescatistas, quienes dedicaban algo de tiempo a curar a unos perros que también fueron afectados por el fuego. Eso me llevó a hacerme las siguientes preguntas ¿Cuántos animales y plantas fueron perjudicados? Esa es una pregunta que nunca tendrá respuesta. Por suerte, en cuanto se pudo, se comenzaron los trabajos de mitigación de los daños medioambientales. Por lo antes dicho, seleccioné para la columna de hoy el libro “Biodiversidad de Cuba”.

El Libro fue editado por Ediciones Polymita. Sus páginas hablan sobre las islas, la biogeografía y la evolución de la biota cubana, las principales regiones de la biodiversidad de Cuba, su biota marina, su flora y la vegetación, sus invertebrados, sus vertebrados, su fauna dulceacuícola, su mundo subterráneo y su biodiversidad y conservación. Cada capítulo de la obra fue escrito por un especialista reconocido en esa materia. La edición fue de Hiram González Alonso y las fotografías, uno de los grandes atractivos del libro, de Julio A. Larramendi.

A diferencia de otras contribuciones meritorias en temas específicos, la obra que comento, introduce al lector en el fascinante mundo de la biodiversidad, que significa valorarlo todo como un sistema de componentes bióticos interrelacionados. Así funcionan en la realidad los ecosistemas.

Este trabajo, de contenido científico, bellas ilustraciones y lenguaje asequible para el lector interesado en los temas de la naturaleza cubana, se inserta d manera destacada en la educación ambiental que todo cubano debe tener.

La obra tuvo la primicia de ir enfocando el problema de la biodiversidad, planteándose nuevos retos o desafíos, como el origen de las biotas y sus relaciones con regiones vecinas, y los valores socioeconómicos para la conservación.

El lector quedará fascinado con las fotografías y se percatará de lo biodiverso que fuimos y aun somos. Existen en Cuba zonas de alta concentración de elementos bióticos exclusivos a nivel local y podemos sentirnos orgullosos de nuestra biodiversidad, la misma es parte inseparable de nuestra identidad nacional.

Quiero terminar esta columna, como el libro, citando al destacado medioambientalista David Zusuki: “Hemos sido advertidos repetidamente que estamos siguiendo un camino peligroso. No podemos dar la espalda a la estrategia primordial de nuestra especie por subordinar preocupaciones ecológicas a las demandas de la economia, la política y ambiciones personales. La batalla por salvar la Madre Tierra es urgente, y debe continuar”. Recuerden, si me ven por ahí me saludan.