La Habana, Cuba. – En noviembre de 1871, durante una batalla en campos camagüeyanos, una bala destrozó la mejilla de Rafael Morales González, y en la boca quedó un agujero insalvable.

Empezaron días agónicos de cirugías en la manigua, donde negros cimarrones le cuidaron hasta el último instante en tierras de la Sierra Maestra, en un bohío en Piedra Blanca, cuando Manuel Sanguily lo despidió con oración entrañable.

Era el 15 de septiembre de 1872 y dejaba una obra educativa, legislativa y periodística, como el periódico La Estrella Solitaria y leyes vinculadas con la división territorial, la organización judicial, el régimen administrativo, los cargos públicos y la instrucción pública.

Del pinareño radicado en La Habana, del pequeño maestro mambí Rafael Morales, dijo Máximo Gómez: “Siempre fue digno y puro, y como Martí, pensó, habló y ejecutó«.

Voz de oro

Rafael Morales, Moralitos, estuvo entre los primeros en ir hacia la manigua camagüeyana tras los sucesos de Yara. Fue secretario de la Corte Marcial, representante y secretario de Cámara, y secretario de lo Interior en el mandato de Carlos Manuel de Céspedes.

«La voz de oro» o «Pico de Oro«, como se le llamó por su oratoria y tribuna en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, también fundó una sociedad antecesora de la Ley del vientre libre y creó escuelas nocturnas gratuitas.

Este hombre heroico promovió en los campos insurrectos los maestros ambulantes para dar clases en prefecturas mambisas y él mismo elaboró una cartilla.

Un dato poco conocido sobre Rafael Morales González es que las autoridades españolas le negaron la entrada al poblado de Santiago de las Vegas, pues allí quiso fundar una biblioteca pública e implantar la enseñanza elemental gratuita.