La Habana, Cuba. – Aleida Fernández Cherdiet viajaba hacia La Habana en unión de sus tíos, cuando el auto fue detenido para un registro de la Guardia Rural, agresiva ante la acometida del movimiento revolucionario.

Cuando dejaban el lugar, el disparo de un soldado la alcanzó y murió: el proyectil había penetrado a través del cristal trasero; el aparato propagandístico y jurídico del régimen apoyó la farsa de que había sido por accidente.

Fue el 11 de febrero de 1958 en Somorrostro, a 2  kilómetros del entonces municipio habanero de San José de las Lajas.

Aleida Fernández Cherdiet trabajaba en la Compañía de Teléfonos de Güines y había grabado y divulgado la conversación del dictador Fulgencio Batista con el embajador de los Estados Unidos en Cuba, en la que solicitaba ayuda militar para sofocar el avance del Ejército Rebelde en las montañas orientales.

La verdad

El padre de Aleida Fernández Cherdiet, el pediatra Miguel Fernández Tosco, al triunfo de la Revolución pidió revisión de la causa por la muerte de su hija, única mujer mártir de la actual provincia de Mayabeque.

Entre los datos de la Fiscalía estuvo que el soldado asesino no era novato en el manejo de las armas, sino recordista de tiro con fusil calibre 30,06, y poseía categoría de experto, por lo que la bala no escapó casualmente.

José Miguel Pita presenció los hechos con solo 11 años, y dijo a la periodista Laymara Alfonso, que cuando avanzaron unos metros, el jefe dio la orden de fuego, acompañada de un disparo.

José Miguel Álvarez, profesor del Centro Universitario de San José de Las Lajas, afirmó que ante el asesinato de Aleida Fernández, el pueblo de Güines se volcó a las calles en manifestación de duelo y el féretro fue envuelto con la bandera cubana.